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Iron Maiden y Edguy en el Auditorio Marina Sur ‘Scream for me Valencia’

‘Scream for me Valencia’. Un frase tantas veces escuchada en todos los soportes posibles y tan deseada, por fin sonó frente a mi. Bueno, al menos en el recinto en que yo me encontraba. Llegó el día grande que muchos esperaban, y es que Iron Maiden daban su último concierto de la gira actual, y único en España, por lo que se esperaba una gran fiesta del heavy metal. Y vaya si la hubo.

Lo primero que hay que destacar era el sofocante calor que hacía en Valencia. Podías perfectamente perder un litro de líquido solo en el tramo del Veles e Vents a la taquilla y el puente de acceso al recinto. A pesar de ello, ya se veía una marea negra y melenuda ocupando cada espacio, con sombra o sin sombra, en muchas partes de la ciudad. Se adivinaba buena entrada. Y la sospecha se confirmó cuando justo antes de las 8 de la tarde comenzó a tocar Edguy.

La entrada en esos momentos ya debía multiplicar por seis o siete la de la jornada previa y empezó a ser patente algo que no pasó cuando ‘solo’ había unas tres mil personas: el escenario no se veía bien en la zona intermedia y posterior del ‘auditorio’ y además las pantallas no funcionaron hasta el segundo concierto. Las barras también iban a todo gas, y costaba hacerse con algo con lo que combatir el bochorno inclemente.

Como decía, a las 8 empezaban Edguy. Y fue para mi una decepción. Tocaron durante apenas cuarenta minutos, mucho menos que en recientes shows, como el de Wacken. Para cuando Tobias Sammet empezaba a coger buen tono, estaban ya despidiéndose. La banda estuvo bastante bien y el sonido no estuvo mal, aunque no sonaba demasiado alto, pero aun así las ‘Mysteria’, ‘King of fools’, ‘Lavatory love machine’, ‘Tears of a mandrake’, ‘Superheroes’, y un par más supieron a poco. Podía haber sido un buen primer plato y se quedó en aperitivo.

A esas alturas la cifra de asistentes ya debía estar cerca de los 26.000 que posteriormente comunicó Protección Civil. Comenzó a sonar ‘Doctor, doctor’, y empezaron a verse esas risillas nerviosas que preceden a algo que esperas desde hace mucho. Y en seguida, la histeria. Aparecer esos seis hijos de la Gran Bretaña y volverse loca la gente fue todo uno. Sonaba ‘The wickerman’ y hasta sonaba bien. Se sabía que el setlist iba a ser ‘raro’, pero daba igual, Iron Maiden estaba en el escenario.

La mayoría de temas sonó mejor de lo que esperaba. Y ello a pesar del bajo volumen del show, algo muy comentado al final. ‘The reincarnation of Benjamin Bregg’ fue el primer tema que me resultó aburrido. Antes habían pasado el corte otras como ‘Ghost of the navigator’, ‘Brighter than a thousand suns’ e incluso la nueva ‘El Dorado’, ayudadas en ese primer tramo por un único clásico, ‘Wrathchild’. También gustaron ‘These colours don’t run’ y ‘Bloodbrothers’, dedicada a Ronnie James DIO, antes del otro gran tostón del set, que fue ‘Wildest dreams’. Los siguientes temas, ‘No more lies’ y ‘Brave new world’ ya iban cuesta abajo, pues la gente sabía que se acercaban los clásicos y por tanto, lo mejor de la noche.

Con el punteo inicial de ‘Fear of the dark’ una oleada de energía recorrió la masa de gente para volver hacia el escenario convertida en entrega total a un himno. Y esa sensación se incrementó cuando un moderno (y para mi horrible) Eddie hizo su aparición en ‘Iron Maiden’. Para los bises dejaron ‘The number of the beast’, ‘Halloweed be thy name’ y ‘Running free’. Después no hubo sorpresas, para desencanto de muchos que esperaban algo especial en el último concierto hasta 2011.

En definitiva, que para lo poco que me gustan los últimos discos de Iron Maiden en estudio, el concierto me gustó bastante. Podían haber sonado mejor, sobretodo más alto, pero aun así me gustó el concierto, porque solo una banda así puede hacer que te guste un concierto con ese repertorio. Veremos si finalmente el año que viene vuelven a pasar por España presentando su nuevo disco.

Por último, y a modo de conclusión, quiero comentar que el global de los dos días deja buenas sensaciones, y que podría ser el germen de un nuevo festival. Queda claro que la ciudad puede absorber una masa de gente como esa, y la zona elegida es la más adecuada que se podía encontrar. Quizá habría que solventar el tema del escenario, haciéndolo visible para la gente desde el medio para atrás o poniendo pantallas por todas partes. Con eso y un servicio de comida y bebida más abundante, tanto en número de puestos como de personal, tendríamos un festival hecho y derecho. Si estos días han sido una prueba, espero que los que estaban examinando piensen como yo.

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