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Atavismo ‘Inerte’, música reivindicada como arte

Este análisis es posiblemente el más corto de todos los que llevo realizados hasta ahora. ¿Qué porqué? Pues porque hay veces en las que te encuentras con uno de esos trabajos tan vastos, inauditos y de un talento tan indomable, que encontrar las palabras adecuadas se convierte en tarea titánica, si no imposible… ya sabemos que la música deja su indeleble huella en nosotros de las formas más variadas e inexplicables y el abanico de formas en que cauteriza dentro de nosotros es amplio y subjetivo.

El responsable de esta tormenta emocional es el segundo trabajo de Atavismo, titulado ‘Inerte (Temple of torturous)‘, y que se extiende ante nosotros de la forma más profunda y trascendente en que una expresión artística como es la música lo puede conseguir. Porque si los cinco temas que encontrarás en el álbum de los de Algeciras no son verdaderas joyas, desde el primer hasta el último segundo, es que soy sordo. Y te aseguro sin temor a equivocarme, que desde luego valen cada segundo de vida que les dediques.

Desmigar demasiado el asunto carece de sentido: en su conjunto los cinco temas de este álbum contienen una combinación alquímica sin par de rock, psicodelia y progresivo. Añadidos a puntuales pizcas en el crisol, motivos de raíz del sur peninsular, escalas de tradición oriental, y arreglos con instrumentos menos convencionales que no hacen más que expandir la capacidad de cada una de las canciones para socavar los convencionalismos musicales, asumidos de una forma prácticamente reptiliana por el colectivo social. En el estado de gracia que aquí se presenta, uno piensa que podrían haber utilizado lo que les diese la gana y que les hubiera salido algo memorable.

La riqueza en detalles, y lo bien dispuestos que están hace que todo estalle en una catarsis emocional entre el oyente y las composiciones una vez que estas empiezan a desarrollar su apología narcótica. Sangre hirviendo desbordada, piel acariciada por soles ya extintos y por otros que están por llegar, jugueteando entre las manos con los fantasmas de presentes ahogados antes de nacer, devolviendo el tiempo al vacío del que proviene…Inerte es un título clarividente y lapidario. Con una sola palabra extraen el icor de los próximo 45 minutos… o quizá sean más, o puede que menos, porque las matemáticas se retuercen a la que ‘Pan y dolor’ toma forma en el éter, y la física readapta sus leyes a mandato de los acordes.

Tres cuartos de hora repletos de ligera y elegante percusión, ahíta de intención, como el susurro de una promesa. Bajos redondos, omnipresentes , dibujando círculos hipnóticos, espirales que sedan y obnubilan. Cuerdas de guitarra rasgadas con los dedos y el alma de la ayahuasca. Chamánicas y atemporales. Flotando alrededor, el mellotron, farfisas y demás instrumentación que encaja sobre el resto con erudita exactitud, como teselas predestinadas a pertenecer a un mosaico en concreto, a ningún otro. Canciones profundas, laberínticas, y de una incisiva autoridad que empuja delicadamente al delirio.

Pero hay más e igual de importante. Los textos, amigo. Las voces. Relatos de calado, de esos que se incrustan en las entrañas y en el pecho. De esos que no hacen el camino por ti, pero te ponen en él. Un asunto un tanto intangible, personal e intransferible, probablemente. Esa mezcla entre la cadencia en que Pot libera las sílabas, la textura vocal y las palabras propiamente dichas, atan y ligan de forma inexorable a ellas. Esto ya me pasaba cuando cantaba en Viaje a 800 (esa Los ángeles que hay en mi piel es un santoral personal…) pero aquí se intensifica.

Aquí no ha fallado nada ni nadie. Las composiciones son estelares, la producción enriquecedora, diáfana y natural. Curro Snortil y la propia banda han acertado de lleno. Ellos son la demostración, en plena cúspide la era del usar y tirar, en la época en la que la cantidad le está pegando una paliza épica a la calidad, que cuando algo está hecho, con creatividad, con inspiración, con devoción, llega para quedarse.

No sé cuanta gente les dará la oportunidad, pero estoy absolutamente convencido de que los que lo hagan, lo harán de forma reiterativa y obsesiva. La infinitud de detalles, la inconcebible seducción de sus melodías y su pasajes progresivos, la ilimitada fascinación de cada uno de los cortes aquí incluidos, lo convierten en un álbum que me hace presagiar que los años pasarán, pero que Inerte seguirá igual de vigente que el primer día.

Lo que Pot (guitarra, synth, voz), Pow (batería) y Matt (bajo) han conseguido con Inerte es música reivindicada como arte.

Lo mejor

  • La mágica calidez y la desbordante naturalidad que expele todo el disco es algo en lo que deberían de fijarse muchos de sus contemporáneos.
  • Pan y dolor: Lámparas, djinns y anhelos marchitos.
  • El sueño: ¿La nada y yo nos desvanecemos conmigo?
  • La maldición de Zisco: Narcótico caleidoscopio de futuros que no serán.
  • Belleza cuatro: Eventos aleatorios de letargo y disolución.
  • Volarás: Travesía por taumatúrgicos eriales de absolución y pena.

  • ¿Estás de broma?

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