Si te consideras ‘metalero’ es posible que odies a Clawfinger: la combinación de rap y metal no es del agrado de todo el mundo y, además, este grupo sueco ha trabajado siempre bajo el yugo del gran hit de éxito con el que se dieron a conocer en 1995, ‘Do what I say’.
Mucha gente piensa que, incluso, no volvieron a sacar nuevo álbum desde entonces, pero tienen ya cinco discos a sus espaldas y ahora llega su sexto álbum, ‘Hate yourself with style’. La máquina está engrasada (es normal, ¡¡llevan tocando 17 años!!!) y el sonido es más ‘metal’ que nunca.
El disco abre con ‘The Taggot in you’, que evoca de alguna forma al sonido del ‘St. Anger’ de Metallica, o a una versión ‘light’ de los últimos trabajos de Meshuggah. Continúa con ‘Hate yourself with style’, con abundancia de los ‘blast beats’ que recuerdan a las bandas de death metal de principios de los 90s. ‘Dirty Lies’, tercer corte del disco, recuerda al grupo de industrial metal Die Krupps e, incluso, a Dkay.com; y es de las mejores del disco.
Le sigue ‘The best & The Worst’, donde en mi opinión baja un poco el nivel. En ‘Breakout’ vuelve la caña a todo meter, más ‘blast beats’, estribillo pegadizo, coros bien llevados. El grupo continúa en su línea de crítica social e irónica con ‘Right to rape’, con una base de guitarra que recuerda de lejos al ‘Reise, Reise’ de Rammstein. ‘What We’ve Got Is What You’re Getting’, cargado de voces frenéticas, es de las más raperas del disco, pero únicamente en la forma de cantar. Todo lo demñas, es puro metal.
‘Sick Of Myself’ comienza clavadita a Korn; en ‘Without A Case’ dan un giro de tuerca acercándose a sonidos atmosféricos pseudogóticos, cargado de electos electrónicos con buenos resultados. Lo mismo, en el tema de cierre del disco, ‘God is Dead’, mezclado con Korn, otro buen tema.
Todos los temas, del primero al último, son pegadizos hasta extremos insospechados y, aunque repiten demasiado sus propios esquemas mezclados con unas u otras influencias externas, el resultado no sólo se deja escuchar, sino que gusta. Sin duda, no se trata del disco del año, pero tampoco es nada desdeñable.