En los tiempos que corren da miedo, mucho miedo, afrontar el visionado de un remake cinematográfico. Y en el caso de ‘La profecía‘, la sensación es la misma. Ni siquiera la labor de marketing desarrollada por la distribuidora de la película, provocando su estreno deliberadamente el día 6 del 6 del 2006, por aquello del número de la bestia, son a priori una garantía de que nos encontremos algo realmente competente y que merezca la pena.
Aunque solo sea por el detalle de copiar una película que en su día representó algo novedoso y exitoso, no deja de ser una evidencia fehaciente, que los guionistas norteamericanos carecen de la suficiente inventiva y creatividad como para sorprendernos con algo nuevo y verdaderamente innovador por sus propios méritos. Dicho esto, abordaré esta crítica diciendo que La profecía es una película más y que no destaca por nada en particular. Parafrasea sin sorpresas ni variaciones de guión a su antecesora, aunque lógicamente, perdiendo la chispa sorpresiva de la primera, que es lo que pasa cuando se refríe algo con el mismo aceite y en la misma sartén.
A favor de la película diré que las posibilidades técnicas modernas son utilizadas con desparpajo en determinadas partes del film. Esto ofrece una perspectiva más rica visualmente, a todo aquello que en la original (y por carencia de medios), se dejaba a la suerte de la intuición. Algo que por otra parte, exigía un mayor tino a la hora de trasmitir la angustia de determinadas situaciones, de una forma absolutamente artesanal y fuera de toda duda. No obstante, esto conseguía provocar verdaderos momentos de terror sin adulterar, lo que en este remake se ha traducido en sustos gratuitos y mas o menos predecibles, que por otra parte, viene siendo habitual en el cine moderno.
Defiende con honestidad la idea y prestigio del film de culto en la que está inspirada, sin dejarse llevar por la simpleza que inunda la nula ambición de otros directores de la industria; que abordan los remakes de una forma tan paupérrima, que consiguen incluso avergonzar al espectador, aficionado y erudito del cine, que odia ver tergiversadas las grandes obras del celuloide, cuando son interpretadas por mercenarios de la gran pantalla que únicamente tratan de arañar unas migajas con productos absolutamente incompetentes e inventando sucedáneos adulterados que hacen al cine en general un flaco favor.
La pregunta final que uno se plantea al final de la película es si Damien no es el propio George Bush… a fin de cuentas, si sabes leer entre líneas es de eso de lo que trata la película.
[Rating:6/10]