Cada década parece regirse por ciclos que repiten esquemas o retoman ideas que refrescan la olvidadiza memoria colectiva con los sueños que iluminaron a los que nos precedieron. Y es que incluso en la novedad de quienes son capaces de crear, es difícil no encontrar resquicios de lo que nos precede.
Pero antes de explicar esto, mejor recordar que hablamos de una película, de ‘Mirrormask‘. Sinceramente poder ver algo así ha sido una oportunidad y una experiencia. Sobre todo experiencia, en cuanto a que no todos los días se ven convertidos en imágenes las mentes de ese inseparable pareja de hecho creativa que constituyen Gaiman y McKean.
Cuando se escucharon los primeros rumores sobre una mezcla de personajes reales y delirio por ordenador en las manos de McKean la curiosidad quiso matar al gato. La espera mereció la pena. Aunque tanto Gaiman como McKean aún tienen que desarrollar su capacidad narrativa cinematográfica, por mucho que ésta pueda quedar eclipsada por un insuperable derroche visual.
‘Mirrormask’ es la historia de Helena, una joven forzada a vivir en el circo ambulante que constituye la única posesión e ilusión de sus padres. Sin embargo un incidente del que no daremos pistas, desata que Helena viaje a su interior a la búsqueda de soluciones y respuestas para un problema que en el mundo real habla de hospitales y que, en la mente de esta joven de apenas catorce años, es el dilema del que depende el destino de un mundo entero en esa consabida lucha entre el país de las sombras y el de la luz, con sus respectivas reinas dedicadas a mantener semejante equilibrio. Y es aquí donde, al problema real y al igualmente viaje iniciático me vienen a la mente las imágenes de viajes parecidos que han marcado en las últimas décadas al cine fantástico.
Una niña-mujer interpretada por Mia Sara es la que se enfrentaba de cara al Señor de las tinieblas en la lejana ‘Legend’ de los 80, tras caer en sus manos por un capricho que pone en peligro la presenccia de la luz. De un modo más oscuro y visceral, viaje constituyen también los sueños de la Caperucita moderna de ‘En Compañía De Lobos’, esa pequeña joya de Neil Jordan creada también en los 80. Aunque los 90 no se quedaron atrás y nos dejaron con inolvidable banda sonora una película hecha realidad gracias a los estudios de Jim Henson, como de hecho ha sido posible ‘Mirrormask’. Ya sabrás que hablo de ‘Dentro Del Laberinto’, nuevamente viaje de una niña-mujer (en la piel esta vez de una Jennifer Connelly perfilando formas y talento) en una búsqueda de algo que supone cambiar el rumbo de un mundo entero.
Un poco más atrás recordarás también el estrepitoso Technicolor de ‘El Mago De Oz’. Y mucho más cerca en el tiempo es imposible no pensar en ‘El Viaje De Chihiro’… y así con docenas de ejemplos. De modo que resulta imposible escapar de un círculo irrompible que ha llevado a todo tipo de genios a reconocer la importancia y la metáfora de la mujer como vínculo vital, fuente pero también final, de la inspiración y del proceso creativo del escritor o del artista, pequeños genios cotidianos a los que seguimos especialmente la pista en los mundos del género fantástico.
El esquema es respetado en ‘Mirrormask’ con la introducción de un torpe personaje secundario masculino aquí llamado Valentine, quien nos descubre y abre las puertas de un mundo en el que Helena, nuestra heroína, descubrirá en sus errores la importancia de los pequeños detalles.
Técnicamente, ‘Mirrormask’ se resume en pasear de forma casi real por las creaciones de Dave McKean desatado de ideas y arropado en la narración de cuento de Neil Gaiman, uno de esos que parecen haber estado siempre allí. Increíble resulta la fusión de personajes reales y fondos y figuras imposibles, como los gatos esfinge devoradores de libros, las arañas de cristal que andan, los pájaroleón o los colosos inseparables.
[Rating:9/10]