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After Dark, Haruki Murakami (Afutā Dāku – 2004)

Las primeras veces que me preguntaban acerca de este libro, cuando todavía lo estaba leyendo, no sabía muy bien qué responder: ‘va de una chica que está leyendo en un café de Tokio y se encuentra con un chico que la conoce…’.

Tonterías de ese tipo. Nada serio. Fue cuando lo terminé y, de hecho, al madurarlo un poco y seguir hablando de él con otras personas, cuando encontré el mejor modo para explicarlo: es un libro que muestra la belleza plástica japonesa. Como si fuera una geisha. Se supone que éstas son las legendarias y auténticas prostitutas japonesas con las cuales no importa cómo termina la historia, sino la belleza del camino que se recorre con ellas. Cada uno de sus movimientos, cada flexión de sus rodillas y giro de su abanico es una pequeña obra de arte para maravillar al cliente.

Murakami se dedica a hacer un trabajo parecido. No importa la historia que nos está contando –no es un comentario justo del todo, pero vamos a dejarlo ahí de momento–, sino cómo nos sumerge en la noche de una inmensa ciudad y nos hace disfrutar sin ni siquiera tocarnos un pelo. Nos presenta a algunos personajes convencionales, como Mari, pero también a algunos sin duda peculiares, como Kaoru. Y, regodeándose en el arte para contar las cosas, Murakami les hace conectar a la perfección, pues todos tienen algo en común: sentirse fuera de lugar, al margen de la sociedad. No son criminales ni bichos raros, pero no encajan en el mundo de la mañana.

Retomo el tema que me he dejado pendiente, y es la historia en sí. Tanto su forma como su fondo están sujetos a interpretaciones, y uno nunca dejará de encontrar dobles sentidos a lo que pasa en el libro. Por ejemplo, mientras escribo estas líneas, y meses después de haber leído el libro, se me ocurre mencionar la contraposición entre las dos hermanas: Mari, despierta frente al mundo, y Eri, dormida en su propia existencia. Por si alguien está esperando que realmente cuente algo del argumento, lo haré: una estudiante –Mari– lee de madrugada en un café, haciendo tiempo hasta que llegue el primer tren de la mañana. Su relativa paz es perturbada por Takahashi, un joven curioso y músico de jazz, también ave nocturna, que dice conocer a su hermana. Lo que empieza siendo una molestia para la estudiante, acaba siendo una puerta a un nuevo mundo en las calles de Tokio. Intercalado entre la historia, el surrealismo se introduce en la novela al presentar a Eri dormida y siendo observada por un personaje siniestro. Qué parte de la historia es real y qué parte es imaginaria, es algo que debe decidir el lector. En cualquier caso, el apartado de las interpretaciones del argumento, como he dicho antes, es infinito.

After dark es una buena oportunidad para acercarse no sólo a un tipo de lectura distinta, en la que un complejo fondo es adornado por una forma sencilla y, al mismo tiempo, preciosa: también le permite a uno adentrarse en una cultura distinta, sumergirse en la noche de Tokio –qué más da si es real o imaginada–, y abandonarse a los encantos de Murakami.

Recomendado para: aquéllos que quieran tener una pincelada de la cultura japonesa contemporánea, y que quieran sonreír cuando alguien les pregunte ‘y este libro, ¿de qué va?’.

No recomendado para: alguien que busque un libro dinámico con un argumento bien definido.

El mejor escenario: supongo que lo más adecuado sería leerlo en un café de madrugada. Apostaría a que el libro transcurre en tiempo real, y se puede leer en una noche de vigilia.
Algún valiente?

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