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El obsceno pájaro de la noche, José Donoso (1970)

Desde que empecé a publicar estos comentarios literarios en La Estadea, estaba deseando que llegara el momento de hablar de este libro. Sin embargo, nunca me atrevía a hacerlo. Hasta ahora he hablado de algunos libros con un espíritu sin duda comercial, como la serie de Millenium, y también de algunos que he tratado de ‘especiales’, como el de Murakami o ‘La Carretera’.

El libro de José Donoso, por el propio concepto sobre el que está construido, no cae en ninguna de estas catalogaciones. Ni en éstas, ni en ninguna.

La vida de este intelectual surrealista chileno fue de película, quizá de Buñuel. Viajó por todo el mundo, fue profesor en Estados Unidos, exiliado en España durante el régimen de Pinochet y, sobre todo, un experto en torturarse a sí mismo. De algún modo, podríamos compararle con Wilde, sólo que a éste le torturaba la belleza, y sobre eso escribía, y José Donoso tenía otras obsesiones. Puede que el mismo miedo.

Pero hablemos un poco del libro. En primer lugar, el título está tomado de una carta que Henry James –teólogo neoyorquino del siglo XIX– escribió a sus dos hijos mayores, y que Donoso cita al principio de la obra: ‘la herencia natural de cualquiera capaz de desarrollar una vida espiritual es un bosque animado en el que el lobo aúlla y el obsceno pájaro de la noche parlotea’. La cita es tan difícil de comprender como el libro, y sólo cuando se acaba éste se les empieza a encontrar un sentido a ambos. La historia comienza en un convento de Santiago de Chile, donde las monjas acogen a un grupo de ancianas, huérfanas pobres y a un personaje singular, que hace las veces de conserje, y que el lector conoce como El Mudito. Él es, en principio, el que relata la historia, haciéndolo en primera, en tercera, o incluso en segunda persona. También adopta la identidad de otros personajes, para hacernos llegar sus opiniones y sentimientos. El otro punto de partida del libro es una leyenda chilena de familias nobles y brujas, y que es el centro alrededor del cual gira toda la espiral surrealista de Donoso.

El Mudito es un personaje torturado, la voz del propio escritor, y que se ve maltratado por el resto de personajes de la obra. Da la impresión de ser el único capaz de desarrollar una vida espiritual y, por lo tanto, el que tiene que convivir con el lobo que aúlla y el obsceno pájaro de la noche que parlotea. En un primer acto, son las huérfanas las que le maltratan; después, las ancianas. Y, más tarde, es capaz de revivir una versión aún más terrible de la leyenda chilena para ser manipulado tanto por el terrateniente todopoderoso como por la bruja. La extraña historia que cuenta este libro aparece dividida en dos escenarios principales, el convento ya mencionado y una casa de campo convertida en un auténtico freak show. Para mí, el segundo es más interesante y del que se puede sacar más miga, quizá porque la narración es más fluida y comprensible. Pone en tela de juicio el concepto de belleza y de ‘normalidad’, y plantea si sería posible construir una sociedad con unos valores opuestos a los que ha seguido la Historia de la Humanidad. Si alguien se atreve a leer el libro después de esta extraña crítica, le recomiendo que no lo deje hasta que llegue a esta parte, el nacimiento de Boy. A partir de este momento el libro se vuelve más dinámico, y es cuando realmente se empieza a comprender. Curiosamente, esta parte fue la que primero concibió Donoso en su cabeza, al captar por el rabillo del ojo a un personaje extraño en el centro de Santiago, y que él mismo reconoce que seguramente fuera ficticio.

Por esto mismo no me atrevía a hablar de este libro, y al mismo tiempo me moría por hacerlo: sabía que iba a empezar a escribir cosas sin sentido, que no aclararían a nadie, y que me dejarían insatisfecho. ¿Y por qué tenía tantas ganas de hacerlo? Porque cada vez que se piensa en él se descubren cosas nuevas, por mucho tiempo que haya pasado desde que se ha leído. Tiene tantas capas que resulta estúpido incluso pensar en ellas. Lo único que puede hacerse es tener paciencia, y dejar que el libro se nos vaya clavando poco a poco –diez páginas al día son más que suficientes–. Al final, merece la pena. Mucho.

(Nota: mientras releía la crítica en busca de algún gazapo me he acordado de algo gracioso y que dice mucho del libro. Cuando a Guillermo, al que le agradezco haberme recomendado que lo leyera, y a mí nos preguntaron si éste era un libro de ficción, los dos respondimos al mismo tiempo. Él dijo un sí rotundo, y yo no dudé al decir que no. Me miró, y me dijo: ‘¿cómo que no?’ Antes de que pudiera darle mi punto de vista, se quedó pensando y dijo: ‘pues igual no’. Hasta ese punto llega a desconcertar el libro)

Recomendado para: buscadores de emociones fuertes y personas que no buscan leer a un ritmo constante. Incluso –aunque esto no lo hecho nunca– podría ser un buen ‘segundo libro’ al que ir diseccionando poco a poco, mientras se disfruta de alguna otra novela más sencilla.

No recomendado para&: creo que queda bastante claro: aquél a quien esta crítica no le despierte ni un mínimo de curiosidad.

El mejor escenario: un bosque animado… En el que el lobo aúlle y se escuche el parloteo del obsceno pájaro de la noche.

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