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HateskoR ‘Paint my fear’

HateskoR es el grupo de death melódico que acaba de formar el ex-guitarrista de Muro, Alex Skorza. Para ello decicidó reclutar los teclados de Ismael Filtho (Silverfist, Cuatro Gatos, Amset), la batería de Raulicio, el bajo de Carlos Resina y la desgarrada furia vikinga de McLeod (Egraine) a la voz.

Tras comprobar la respuesta del público durante varias actuaciones que ofrecieron el año pasado, se comenzó automáticamente con la grabación por el propio Alex de este ‘Paint My Fear’ en los estudios Local 18. Siendo posteriormente mezclado por Jarkko Mattheiszen en Finlandia, y masterizado en Estados Unidos por James F. Murphy (Death, Testament).

Finalmente el disco salió a la venta hace un par de semanas a través del sello Noisehead, y canciones como ‘Mirror’s eye’ o ‘My Inferno’ – de lo mejor del disco – son un guiño de impecable ejecución a aquellos primeros Children of Bodom que revolucionaron la escena a finales de los 90. Espectaculares cortinas de teclado, y unas guitarras que harían encogerse al propio Alexi, son lo que llaman principalmente la atención de este trabajo. Death muy técnico y elaborado – que sabemos que está hecho en casa porque nos lo dicen, que sino nos los cuelan como la última sensación escandinava.

Como tirarse en bomba hace 14 años en el lago Bodom.

El pistón baja justo a tiempo para el comienzo de ‘Ten days, ten nights’, que avanza oscilando entre cambios de ritmo y una gran ejecución contra la que resulta imposible objetar nada. ‘My golden void’ se puede decir que es una rotura de esquemas en toda regla, empieza con una especie vals metalero, descarrilando progresivamente en un impresionante alarde de temperamento y pulso entre todos los componentes.

A estas alturas sobre la voz de Mcleod podría decirse que imprime un buen toque pagano a la mezcla, otorgándole una nueva identidad al estilo que representan. Y de las canciones que cierran el disco ‘Pool of decadence’, o ‘The curse’, destacan los teclados de corte más clásico en contraste con la increíble velocidad que llevan al metrónomo. Aunque personalmente me quedo con la escala de guitarra que inaugura ‘Tears of fire’ y sus posteriores ligados enfrentándose al doble pedal de Raulicio. Como tirarse en bomba hace 14 años en el lago Bodom.

Lo único que les reclamaría, poniéndome en plan exigente revienta-pelotas, es para el siguiente disco aun más inversión tanto en la mezcla como en la producción, para que suene un nivel que sea capaz de tirarle un muro al vecino. Con todo, el conjunto tiene una impresionante calidad y en general suena sensacional.

[Rating:8/10]

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