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Gira española de Dynazty: Diario de una insider – Día #2

Viernes, 20 de enero
Destino: Huesca@Serjos Zona Rock

Primera noche juntos, de alianza sueco-española, y hemos sobrevivido. Pero queda la mañana.

Me encuentro tranquilamente revisando los planes del día cuando Magnusson se acerca y me dice que la furgoneta ha desaparecido. Creo que toda mi vida pasa por delante de mí. Me dice que llame a alguien, que haga algo y sólo se me ocurre contactar al Ayuntamiento de Barcelona, con la esperanza de que se lo haya llevado la grúa. Me saltan cuatro mil contestadores, en catalán, y me hablan de no sé qué triangulito que ha de haber en la calle indicando dónde se lo han llevado. Le pregunto a Magnusson si le suena lo del triangulito, me dice que sí, y corremos a la calle. Bendito triangulito. Hemos aparcado sobre la acera y se lo ha llevado la grúa, con parte de los instrumentos dentro.

Respiro por no ahogarme. El depósito está bastante cerca, pero nos meten un sablazo por poder retirar la furgoneta. Al menos el tour no se va a la mierda y no nos la han robado. De repente, aunque soy más pobre, quiero a todo el mundo.

Devolvemos el backline alquilado antes de encaminarnos hacia Huesca. Comprueban que pese a su potente show, Dynazty lo ha dejado intacto.

Apelgren es nuestro guía y Magnusson, el guitarrista principal, el conductor. El resto aprovecha a amodorrarse hasta que estamos cerca, que es cuando hacen fotos porque el paisaje rocoso les encanta. Nunca había estado en Aragón, y, sin embargo, me siento como en casa.

Nos alojamos a 12 kilómetros de Monzón –el lugar del concierto-, en Azanuy, en una casa rural. La dueña nos mima como si fuéramos sus hijos: nos da bombones y nos deja productos para desayunar, de los que daremos buena cuenta. La única pega es que no tenemos Internet y los chicos tienen cierta adicción a la red. Pero lo compensan con los cómodos sofás en los que se dedican a vegetar.

Wasteland me sorprendieron. Son uno de esos grupos hechos para el directo y con sonido muy americano

Comemos en Monzón, en una preciosa cafetería. Me decido por salmón con trigueros mientras que los suecos se adentran cada vez más profundamente en la senda de la comida autodestructiva. Me comentan que durante una gira es imposible comer bien.

Quiero comprobar si hemos salido en algún medio regional y cuando veo que están en Diario del Alto Aragón, me emociono mucho. Tanto como ellos, porque lo fotografían. Después nos enteramos de que cubrirán el concierto, algo que no hacen habitualmente. La sensación es indescriptible.

Nos reunimos con Wasteland para la prueba. Son una vibrante banda de Huesca que practican un rock aguardentoso, con ecos a Motörhead.

Conozco al dueño de la sala, Sergio. En esta sala están tocando los grupos más increíbles del panorama internacional, gracias a este visionario, que adora el rock. Por todas partes tiene fotos con músicos famosos, es como un museo del rock. Nos ha ayudado muchísimo a promocionar la fecha, nos ha quitado muchísimo trabajo de encima y durante el concierto tiene a la banda a papo de rey. Nunca le agradeceré lo suficiente su labor en esta gira.

Camino de un lugar para cenar, nos intercepta un chico. No queremos detenernos mucho porque hace mucho frío, pero siempre hay que ser amable. Ha reconocido a la banda por los carteles que pueblan la ciudad y se está pensando si va a ir el concierto esta noche y si se va a llevar a sus amigos. Se lo vendo lo mejor que puedo y me promete que irá. Además nos recomienda un estupendo sitio donde conseguir viandas. Creo que nunca agradeceré suficiente el desprendimiento de algunas personas a la hora de ayudar a los demás; compensa con creces a la escasa gente borde y desagradable que he encontrado en la gira. Saboreamos unas tapas, cada uno a su gusto. El chico no falta a su promesa y va al concierto con sus amigos; me dice que le ha encantado y yo me siento muy contenta de hacer feliz a la gente.

Al regresar de la sala, me informo sobre la gente acreditada que ya ha venido. Con las prisas y los nervios se me han olvidado los carteles para firmar en el alojamiento, por lo que prometo a los agraciados de La Estadea que se los enviaré por correo, si me dan una dirección. Me responden con escaso entusiasmo, por lo que decido que ni me molesto en el meet&greet.
Días después mi jefe de La Estadea me reenvía un correo en el que se han quejado de mí sin saber cuál es mi posición dentro de la gira y aseguran que yo no he querido dar los carteles firmados ni hacer el meet&greet, que no he estado a disposición durante todo el concierto y que no he agradecido nada a los teloneros. Si hay algo que me fastidia es que mientan sobre mí; podré equivocarme tres mil veces, pero me repugna que digan cosas inciertas y, sobre todo, con la intención de herir. Durante un concierto, cualquiera que pregunte por mí puede encontrarme y a los teloneros les agradecí su presencia tanto a la llegada como a la partida. Para mí, todas las personas que forman parte de un concierto son importantes.

La verdad es que el recibimiento de los oscenses fue fantástico. Fue un público caluroso que siempre pedía más y que bailaba.

Siempre se imagina una a las estrellas del rock en suntuosos camerinos, pero cuando consigues una zona privada que no sea el baño de caballeros, para cambiarte y relajarte, ya es mucho pedir. Hoy tenemos una zona cerrada, con mesas y sillas y espacio suficiente para dejar las cajas de los instrumentos de ambas bandas.

Wasteland me sorprendieron. Son uno de esos grupos hechos para el directo y con sonido muy americano, todo un lujo. Muy distintos a Dynazty, pero contribuyeron a ofrecer un concierto de calidad, que era lo que yo ansiaba.

Los suecos comenzaron a medianoche. Molin tuvo problemas en dos ocasiones con un fan ebrio que intentó tirarle del escenario, pero entre la seguridad y yo conseguimos neutralizarle. En Bilbao fue un tema que me obsesionaría, que la gente no se apoyara en el escenario, no reparan en lo peligroso que es.

La verdad es que el recibimiento de los oscenses fue fantástico. Fue un público caluroso que siempre pedía más y que bailaba. Había éxtasis a mi alrededor y la gente que me habían presentado me preguntaba con incredulidad que cómo podían ser tan buenos y me aseguraban que Molin era mucho mejor que Sebastian Bach. Sólo querían más y más, incluso cuando habían acabado el repertorio. El público no se puso de acuerdo en una canción, por lo que cuando empezaron con una de Iron Maiden les suplicaron que la acabaran.

La sorpresa de la noche fue para mí el guitarra rítmica, Micke Láver. Se notó una gran diferencia con respecto a su primer concierto, estaba más desenfrenado, lo que conjunta a la perfección con su forma de tocar. Mientras interpreta, su cara refleja un constante orgasmo y la intensidad del mismo iría intensificándose en cada concierto. Esta noche llevaba puesta la camiseta de uno de los patrocinadores de la gira, Melodic Rock radio; Molin llevaría la suya puesta durante todo el día y se la cambiaría por la noche.

Entre que se hacen fotos, firman, venden merchandising, y recogemos, nos dan las 3 de la mañana. No hay forma humana de llegar a Madrid para comer con los promotores y Work Of Art, a no ser que no duerman y si no duermen no darán un buen concierto, por lo que hemos de cambiar los horarios. Habrá que llegar a Madrid para la prueba de las 18h. Hemos de avisar a los promotores y al alojamiento. Frenesí es la mejor definición de la gira.

Mi netbook se ha vuelto a estropear y mi móvil encontrará un secreto placer en quedarse sin batería cuando más lo necesito. En la casa hace mucho calor y me cuesta dormir. Pero el show debe continuar. Mañana, Madrid.


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