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Gira española de Dynazty: Diario de una insider – Día #5

Rebobinemos. Después de la apoteosis de Zaragoza, Dynazty se tomaron dos días de merecido descanso, en su caso, rural. A pesar de encontrarse en un entorno en el que abundaban txerrikis, corderos, y alguna que otra jaca paca, los de Estocolmo sólo ejercieron de papparazzi de Casa y Jardín con el nido de la cigüeña, ubicado en el tejado del campanario de la Iglesia. No sé por qué les parecía muy gracioso.

El resto de tiempo lo dedicaron a comer en Telepizza, a agotar las reservas locales de cerveza, a descubrir las diferencias culturales entre Suecia y España y a vegetar junto a la calefacción.

Una tarde, varios de nosotros nos tomamos un café en el comedor y entablamos una tertulia discontinua. Molin habla con determinación de las preconcepciones acerca de los músicos. “A mí me han llegado a decir que como soy millonario, no piensan comprar mi disco. ¡Millonario! ¡Con lo endeudados que estamos todos! Y cuando se lo digo a esta persona, cambia de idea y me dice: Entonces compraré tu disco y compraré más de uno”.

Le digo que no estoy segura de la imagen que proyectan en España, que me parece demasiado blandengue o afeminada, que aquí gusta lo rudo. “Somos chicos guapos, ¿por qué en España os gustan los feos?”, pregunta extrañado. Le explico que se tiende a equiparar el aspecto de bruto con masculinidad, cuando, en mi opinión, la masculinidad brota de dentro. “Y supongo que lo que se valora en un chico es que tenga dinero”, concluyo. “Entonces, es lo mismo que en Suecia”; corrobora. “He vivido toda mi vida en un pueblo pequeño y sólo por llevar el pelo largo me llamaban gay. Es lo que pasa en los pueblos, incluso en Suecia. Afortunadamente por mis acciones pronto tuve fama de lo contrario.”


Miércoles, 25 de enero
Destino: Santander@Sala Heaven

Nuestra primera cita en el norte. Nos han dicho que Santander es una ciudad difícil, pero ellos no son un grupo cualquiera. Señalo un cartel del concierto, cerca de nuestro hotel y lo fotografían.

Las bajas temperaturas han hecho mella en nosotros. La mayoría tenemos un glamuroso constipado. Molin tiene dolor de cabeza y yo sobrevivo a base de Lizipaína.

Para comer, eligen bistec o lomo adobado con patatas fritas. Yo necesito un zumo de naranja natural y un sándwich.

De vuelta al alojamiento, aprovechamos para navegar por Internet y descansar. También cae alguna ducha.

La sala está en un polígono industrial en uno de esos pueblos cuyo nombre se puede confundir con el de cualquier otro. Hacemos más rotondas de las existentes, casi parece que estamos en el parque de atracciones. Afortunadamente nos ubica un señor, que le suena que una sala de fiestas está cerca; llamo a Apelgren, nuestro gps humano, para que retenga la información.

La Sala Heaven me recuerda al desván de la película ‘El Ansia‘, protagonizada por
Susan Sarandon y Catherine Deneuve. Tiene un aire de sensual decadencia, ideal para un concierto de rock que versa sobre la inmediatez, el sexo, y la bebida.

Es miércoles y competimos con el fútbol. Dynazty proponen poner pantallas para que la gente lo siga durante el concierto y harán alusión a ello durante el mismo, donde agradecerán que la gente se haya sacrificado por verlos.

En ninguna ciudad encontramos un público indiferente, más bien encontramos a públicos sorprendidos

El escenario es amplio, hay camerino, y el sonido y las luces son buenas. Molin se siente inseguro de su voz; apenas es perceptible el empeoramiento, pero a él le parece un mundo. Mi costumbre española de decir cosas positivas con frases negativas tampoco ayuda.

Tenemos la peor entrada de la gira. La de Madrid fue la mejor, pero fue el peor concierto. Si Hanoi Rocks pudieron sobreponerse a doce personas y a un perro que no dejó de aullar durante todo el concierto, no vamos a ser menos.

Uno de los ganadores de La Estadea llega durante la prueba de sonido y le fascina tanto como a mí. Siempre suelen tocar ‘New Sensation‘ con otros dos temas. Luego me pedirá una foto conmigo. No puedo decepcionar a mi único fan,jeje.

El dueño de la sala nos indica cómo ir al Carrefour, los rubios necesitan un chute de comida basura; ya quemarán las quince mil calorías sobre el escenario. Es un ritual pre concierto que mola cada vez más.

Nos reencontramos con Mashai, a los que ya habíamos visto durante la prueba. Los metaleros bilbaínos sustituyen a los locales Brigantia –que tuvieron que suspender por incompatibilidad de horarios- y vienen a presentar su maqueta. Al bajo, mi amigo Jon, que también trafica ritmos en Zumo Negro. Me dedica un tema con el que le llevo vacilando desde hace meses, ‘Photofobia’. Photofobia al photomatón. Mi pasatiempo favorito es cambiarle las letras a las canciones para que sean graciosas; el de Dynazty, cantar canciones famosas con voces ridículas… Lo cierto es que me enganchan y no sólo a mí.

Para los grupos que empiezan, el merchandising es vital porque es el único dinero que ven inmediatamente

El público no es tan apasionado como en Aragón, pero te hacen sentir en el salón de tu casa. En ninguna ciudad encontramos un público indiferente, más bien encontramos a públicos sorprendidos y maravillados porque han superado con creces las expectativas. Lo primero que me preguntan es si han traído merchandising y lo segundo, qué cosas han traído. Yo siempre les respondo que cds y camisetas de los dos discos y que en cuanto acabe la actuación lo sacan y se lo firman si quieren. Para los grupos que empiezan, el merchandising es vital porque es el único dinero que ven inmediatamente: compra cinco camisetas y les estás pagando la comida y parte de la cena de ese día.

Nunca pensé que lo diría, pero cuantos más conciertos veo, más me gustan. Obviamente intuyo qué canciones van a tocar y en qué orden, pero voy viendo su evolución y quién está más o menos sembrado cada día y cómo reaccionan ante la audiencia y la audiencia ante ellos.

Nos esperan 7 horas de carretera para llegar a Valencia, por lo que algunos ni beben cerveza; los chicos malos del grupo –que son los que menos te esperarías- sí.

El bajista me consulta sobre la posibilidad de alquilar una guitarra, junto a los platillos. Subo las estrechas escaleras aceleradamente, para responderle de cerca, y ¡zas! leñazo al canto. En ese momento no pienso en cosas lógicas como si me he hecho un chichón o me he roto algo, no, pienso en que al menos no me me ha visto toda la gente que conozco y que está presente en la sala; conservar algo de dignidad me hace sentir mejor. Magnusson me pregunta si estoy bien e insiste un rato después, pero mi orgullo español me impide admitir que me duele un poco la mano; oficialmente, soy de hierro.

Me despido de Jon. Para mí ha sido un lujo compartir con él este conciertazo. Nos volveremos a ver en el concierto de Bilbao –esta vez como civil, con su amiga Bea-. Lo mejor de todo esto es tener el apoyo de tus amigos, el que estén compartiéndolo contigo, salga bien o mal. Somos los perfectos mosqueperros.


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