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Gira española de Dynazty: Diario de una insider – Día #7

Viernes, 27 de enero
Destino:Bilbao@El Balcón de la Lola

Último día de la gira y penúltimo de su estancia en España. Curiosamente, me siento menos triste que ayer, quizá porque vamos a tocar en mi tierra y en mi ciudad, Bilbao. En la gira de noviembre con The Poodles, como teloneros, iban a tocar en Madrid, Hospitalet de Llobregat, y en Baracaldo; en la de enero, como cabeza de cartel (excepto en Madrid), van a tocar en siete ciudades –sólo les queda una- con un público que los reclama a ellos. Sin ser audiencias multitudinarias no nos esperábamos semejante éxito ni en cuanto a cantidad de gente ni en cuanto a calurosa respuesta. Recuerdo que antes de venir, Apelgren me repetía que iban a arrasar España, pero yo, que conozco el país un poco más que él, me mostraba bastante escéptica, porque nunca sabes qué audiencia te vas a encontrar. Me alegro de haberme equivocado.

La primera sensación de que estábamos haciendo algo grande fue en Huesca. Estábamos en la zona de merchandising y creo que el bajista y yo nos miramos, sonreímos, y le hice saber que necesitaba un abrazo, porque tenía que celebrar de alguna forma la emoción que sentía, el que lo estuviéramos haciendo tan bien. No dábamos a basto ni a vender ni a prepararnos para las fotos, fue un agobio placentero. No sé si fue en Zaragoza cuando necesité un abrazo extra fuerte y neutralicé a Láver.

Los primeros días vine con muy buenas intenciones. No me cabía un libro en la maleta después de calzar todo lo mío y lo de Dynazty (las camisetas de los patrocinadores, las toallas para los conciertos, los Conguitos edición grupo musical como introducción a la cultura española –un paquete maxi por componente del grupo-), pero colé mi curso de Sueco. Siempre me ha parecido una muestra de cordialidad aprender algo del idioma de otras personas; en mi caso, gustándome lo que me gustan las bandas suecas, era imprescindible porque tendré que estar en contacto con muchas, asimismo, el idioma me intriga. Pues los primeros días fui avanzando en mi estudio, pero luego se convirtió en una locura y preferí aprender de oírles hablar. Es un idioma bastante musical, diría que hasta romántico, bastante más que el Francés, y comparte muchas palabras con el Alemán y el Inglés. Después me puse a pensar que no conocía nada de su cultura ni de su Historia y que debía ser algo que debía remediar. Mi viaje a Estocolmo, decidido en verano del año pasado se perfiló con más fuerza.

Algo de lo que siempre me he acordado y que he agradecido es que nos salvamos de la ola de frío por los pelos y es importante porque podría haber hundido todos nuestros planes. Una vez más en el País Vasco hacía mal tiempo, llovía, pero era soportable porque era la meteorología característica.

Fue el día internacional de “los sin batería” o el “sms day”. Tuvimos que parar a descansar un par de veces: más de 3.500 kilómetros a las espaldas comenzaban a notarse en Magnusson. Se suceden las llamadas al hotel, a la sala, a la otra banda, y al alquiler de backline para avisar de que nos vamos a retrasar al menos 2 horas. El bocata de tortilla de patatas y el red bull me han animado un poco. Y, sin embargo, tengo la sensación de que no vamos a llegar nunca.

Llegamos a las siete de la tarde, de noche, momento en el que todas las carreteras parecen iguales. Nos hemos retrasado quince minutos con respecto al horario anunciado y corremos al aparcamiento localizado sobre la sala. Nuestros compañeros en escena, Highlights, nos están esperando desde al menos las cinco y media de la tarde, no pudimos avisarles antes de que partieran, pero por lo menos han podido adelantar y han montado. Eso me consuela algo porque no poder llegar a todo me frustra. Paso como un rayo, cargada con la maleta y la mochila, supongo que saludo con la cabeza, porque en esos momentos ni veo ni oigo, sólo tengo en mente todas las cosas que faltan por hacer y que hay que respetar los horarios.

Mi amiga Sarah se me acerca y menos mal que lo hace, porque yo no la hubiera visto. Va a ayudarme con la taquilla y después va a hacer unas fotos fantásticas durante la actuación de Dynazty –Sarah es fotógrafa-, para lo cual la libero por piedad.

Conozco a Peru, el dueño de la sala, y me ubica el camerino, donde descargamos todo el arsenal, equipaje incluido.

Estoy pendiente de la persona que nos va a acercar los platillos de la batería. En cuanto resuelvo esto, se lo envío a Harnsten para que comience el montaje y sin detenernos para presentar a Sarah a Dynazty –para no demorarnos- y lamentando no poder presenciar la prueba de sonido por primera vez en la gira, nos vamos a seguir cumpliendo con nuestras tareas.

Primero, hacemos el check in en el alojamiento y con los nervios se me olvida el carnet –menos mal que tengo el pasaporte-; segundo, recogemos las entradas y la recaudación en el bar Hell Bells de Barrenkale; y tercero, compramos comida para no morirnos de inanición. A saber cuándo podremos degustarla.

Cuando volvemos, Dynazty se han ido a cenar y parece que a recoger sus propias llaves del hotel, así como a meter la furgoneta en su parking.

Convenimos con Peru cómo se va a desarrollar la venta de las entradas y nos proporciona cambios. Sarah corre a su puesto.

Intento encontrar ropa limpia entre el barullo del camerino. Después de tantas horas de viaje agradezco lavarme y cambiarme, aparte del cambio de mentalidad que proporciona ponerse ropas de faena. Miembros de Highlights entran y salen del vestuario y les digo “hola”. Aprovecho a cargar mi moribundo móvil.

Peru me pregunta a qué hora debe comenzar el espectáculo. Considero que lo más inmediatamente posible porque no puede acabar más tarde de medianoche. Aunque íbamos retrasados, hemos conseguido ajustarlo bien.

Son las 22.15h y regresan Dynazty. Están sedientos y les consigo sus bebidas. Peru les pondrá una caja en el escenario, que me parece el mejor sistema usado hasta ahora para que no tengamos que estar pendientes de sus necesidades y disfrutar de los conciertos. La experiencia siempre te enseña cosas nuevas. Magnusson se queda un momento disfrutando del concierto de Highlights y dice que son buenos.

En mis escasos minutos libres he aprovechado para saludar a mi amigo Aitor y a mi amigo Jon, que están entre el público. Están bastante emocionados y consideran que va a haber una buena noche de rock. Me siento muy feliz de que hayan venido, porque es muy importante para mí.

También he estado con los ganadores de La Estadea: Gaizka Berasaluce y Ari Foxx.



He de reconocer que Highlights hacen un buen papel. Su rock clásico rezuma ganas aunque se les ve un poco verdes en algunos aspectos. Se atreven con una versión de Thin Lizzy y salen indemnes. Bien por los de Arrigorriaga.

Hay algo guay en lo de avisar a la banda antes de su actuación, eso de decir “salís en quince minutos”. Hoy será la última vez que lo diré.

Esta noche tenemos también entre el público a gente de Santander, de La Rioja, y de Zaragoza, y seguramente de alguna que otra provincia también. Para algunos es su segundo concierto porque estos suecos les han calado hondo. También tenemos pululando a La Mirada Negra radio y a Heavy Rock, que harán sendas crónicas.

El público de Bilbao es imprevisible, por lo que cruzo los dedos.

Con perdón por lo siguiente que voy a decir –que seguramente se debe a escuchar desenfrenadamente a Steel Panther– pero la audiencia se abre literalmente de piernas desde la primera canción, ‘Sleeping With The Enemy‘. La reacción de las primeras filas casi me da miedo; son verdaderos fans, lo viven como si no hubieran esperado más a ninguna otra banda. Sacar buenas fotos se convierte en todo un reto. La ambientación del local me recuerda a un famoso club de Piccadilly Circus (Londres), Madame Jojo’s, y ayuda a potenciar su rock voluptuoso e insinuante. Nisiquiera importa que en un momento a Apelgren se le rompa una cuerda del bajo y tenga que pedir ayuda a Highlights para no detener el éxtasis.

Throne of China‘ es más brutal que nunca. Apelgren introduce la parte vocal una vez más y en la parte de la jam, los chicos lo dan todo, sólo le falta participar al batería. Están contentos, radiantes de felicidad, y eso repercute en conseguir el segundo mejor show de la gira. Recuerdo alguna ocasión, durante la gira, en que mi mirada ha coincidido con la de Láver o con la de Harnsten y me han dedicado una sonrisa y yo se la he devuelto, es compartir lo maravilloso que es todo cuando te dedicas a lo que te gusta. Recuerdo las veces que Harnsten me ha dicho que él lo único que quiere es tocar la batería y cuando le ves haciendo eso y que a la gente le encanta y además hace comentarios elogiosos, la sensación es tan grande como indescriptible.

Lástima que en los últimos conciertos no hayan tocado ‘Come Alive‘, un temazo de su nuevo disco, porque hubiera sido brutal.

Me viene a la cabeza que en determinadas ciudades la gente prefiere ‘Get It On‘ y en otras, ‘Hunger For Love‘. Creo que en Bilbao se deciden por la segunda. El cantante –autor de la mayoría de las letras- me había prometido, medio en serio, medio en broma, que escribiría una bonita canción en castellano. Días después le paso al batería el estribillo traducido de esta canción con la secreta esperanza de que sorprendan al público en la próxima gira: ‘Hambre de amor’ para fans hambrientos de rock.

Me cotillean después que había un par de chicas que no hacían más que mostrarse entusiasmadas por cada movimiento de Apelgren y por cada movimiento de Láver y soñar en alto… Cuando un grupo consigue eso, es cuando comienzan a saborear el éxito; cuando roban el pudor a las doncellas, es que lo han afianzado.

Las últimas fotos, los últimos autógrafos, y las últimas ventas de merchandising. Y de todo este tiempo no les he robado un instante para hacerse una foto conmigo, porque bastante me han sufrido a lo largo del día. A veces pienso que soy tonta. Un fotógrafo de La Rioja, que cubre la mayoría de los conciertos interesantes de los alrededores, me dice que pose para hacerme una foto con la banda, pero los taxis se aproximan y no quiero hacer esperar.

Desde la sala nos apremian para recoger y queremos irnos de fiesta. Primero, a dejar los instrumentos al hotel y, después, a improvisar.

Tenemos que celebrar la gira de alguna manera y tomamos cava. Brindamos en castellano y en sueco: ¡salud! Skäl! ¡Nos salimos con la nuestra en el epicentro de esta locura!

Son aproximadamente las dos de la mañana. Yo había quedado con llevar a los mozos al bar Hell Bells que tanto ha contribuido, así como Rock Inferno, a promocionar la gira, incitando a la gente a ir al concierto y poniendo sus vídeos. El taxi nos deja cerca, ellos están empeñados en ir a un lugar que les han recomendado, yo les digo un par de veces que primero debemos ir a este pero no insisto con la debida firmeza porque estoy algo borrachilla y porque estoy algo cansada. No sé en cuántos idiomas podría pedir disculpas, pero soy el ser más imperfecto que existe y desde luego que no soy infalible.

Acabamos en el Babylon, dando buena cuenta de las cervezas, pero tampoco estamos mucho porque hay que conducir hasta Barcelona, para dejarlos en el aeropuerto de El Prat. Son demasiado formales incluso cuando se van de fiesta.


Sábado, 28 de enero
Destino: Barcelona, de regreso a Estocolmo

No sé por qué pero no hace más que venirme a la cabeza la canción ‘Hangover‘ (Resaca) de Kesha.

Ahora que se ha acabado la fiesta
Y que todo el mundo se ha ido…

Supongo que para mí expresa perfectamente la sensación de tristeza de cuando se ha acabado todo lo bueno y te preguntas que por qué. Nunca volveré a escuchar Sabaton en la furgoneta, mientras que Molin se agita como el muñeco Flying Eric hacía en el famoso anuncio. Nunca volveré a escuchar las bromas de Láver en el asiento trasero. Nunca volveré a ver a Harnsten picotear gominolas, con su expresión seria. Nunca volveré oír a Apelgren pronunciar las calles con su acento sueco. Nunca volveré a ver a Magnusson con sus peculiares gafas de sol verdes.

Sólo nos queda llegar a Barcelona, descansar, y salir algo de fiesta, porque en la ida estuvimos muy responsables.

Nos vamos a cenar a un lugar en el que ponen unos platos enormes. Pido una parrillada de verduras que al final es compartida con todos los miembros de la banda, que incluso piden una ración de champiñones además de lo que ya habían pedido para cada uno. Dicen que es lo que comen a menudo en Suecia y que volverán a comerlo pronto. Por primera vez conozco el verdadero significado de la palabra vikingo porque los muchachotes se plantan una cerveza de litro y medio cada uno y sin que les afecte. Me hablan de las leyes que han tenido que aprobar en Suecia para prevenir el alcoholismo entre la población, dado los estragos producidos hace siglos: prohibido beber entre semana … con lo que luego se resarcen el fin de semana. Molin me comenta que cualquiera puede vivir como una estrella de rock, pero en mi caso no veo yo muy factible ya sólo tomarme lo que se están bebiendo y no convertirme en una asidua a la UCI. Horas después sólo noto los estragos sobre Molin, que se ha vuelto verborreíco en su sueco natal y, sobre Láver, que tiene una expresión de felicidad absoluta. Me pregunto cuánto necesitan beber los demás para que se les note.

Acabamos en un bar de tecno pop, que –dados nuestros gustos musicales- es mejor que acabar en el bar makinero por el que habíamos pasado, y tiene cierto aire a un garaje. Caen más cervezas y un breezer de sandía. A la salida nos intercepta un grupo que nos dice que molamos e insisten en hacerse una foto con todos nosotros. Nos vamos a dormir la mayoría y otros siguen de charla un rato más.

Camino del aeropuerto, rellenamos el depósito de la furgoneta, y la devolvemos a la oficina de alquiler. Ni un rasguño, aunque superamos el kilometraje permitido. Otro sablazo.

Pagamos el exceso de peso por los instrumentos, que, curiosamente, es el doble que pagaron en el aeropuerto de Arlanda y nos despedimos, para que puedan pasar la seguridad.

No tengo palabras porque seguramente quiero decir demasiadas y no se me da bien elegir. Los voy abrazando uno a uno y cuando los veo marchar siento como si me hubieran arrancado un pedacito de mí. Ellos vuelven a darme las gracias por la gira, que consideran que les ha sido muy útil. Siempre he odiado las despedidas, pero cuando se producen con alguien que te ha aportado tanto –directa e indirectamente- y que es posible que no vuelvas a ver, duele más. Cuando las emociones son tan intensas, la vuelta a la normalidad es mortal.

Cojo el autobús que me llevará a mi terminal –Terminal 1- y compro un cuaderno para empezar a escribir los esbozos de lo que será el diario de la gira, que debería haber escrito durante ella, pero que se frustró por mi caprichoso e inconstante netbook.

Desde aquí, gracias a todos los que habéis colaborado para hacer no sólo posible esta gira, si no absolutamente increíble, incluida toda esa gente maravillosa que he conocido y que he integrado a mi vida. ¡Nos vemos en la próxima gira española de Dynazty, para promocionar ‘Sultans of Sin‘!

Tack sa mycket!;P (¡Muchas gracias!)


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