Escuché por primera vez a Conan el año pasado y automáticamente, una fuerza sobrenatural me llevó a desmembrar toda su discografía en cuestión de días. Lo primero que me entró por el ojo fue su imagen, su logo y por supuesto, las ilustraciones de sus portadas, todo lo demás vino rodado. Para mi ha sido una de esas bandas que te enganchan desde el minuto cero, sobre todo por la particularidad de su sonido, corrosivo como pocos, parecido a muchos, pero muy diferente a todos.
Dicho esto, contaba los días para la salida de un nuevo trabajo, su tercer larga duración y segundo con el sello Napalm Records. Cabe destacar que cuentan también con un álbum en directo, dos EP’s y un par de Splits con Slomatics y Bongripper respectivamente. ¿Y a que suenan estos tres encapuchados de Liverpool? O mejor dicho, ¿a que suena esta Revenganza de 2016? Pues como denomina el propio vocalista Jon Davis, a Doom de las Cavernas. Si, nadie mejor que la banda para denominar su estilo. Pero si se puede añadir la humilde opinión de un servidor, esto suena a letargo… oscuro y profundo. A veces rozando el Drone o incluso lo industrial, pero sin pasarse, a veces a stoner, pero débil, y a un post de haber mamado de Neurosis. Todo ello mezclado con agonía y desesperación. Bajos profundos y envolventes que a ratos, viajan por las estelas más optimistas y enérgicas que pudieron dejar unos Cathedral en su mejor forma.
Doom del gordo y de última generación, de notas sencillas y reverberación de bajos que empachan con gusto. Este tercer trabajo sigue la misma linea de los anteriores, pudiendo formar una trilogía muy bien atada, en la que parece que añaden más velocidad y de repente. La pesadumbre sonora lo vuelve a invadir todo.
‘Throne Of Fire‘ abre el disco y ¡sorpresa!, empieza con más bits de lo habitual. ¿Que está pasando? Un reptar agónico de guerrero abatido pasa a rendir culto al optimismo y entrecorta con ráfagas de groove… Pero que no se emocione nadie, ni los de la rapidez, ni los de la decadencia, ni mucho menos los del groove… porque el siguiente espadazo, ‘Thundrhoof‘ abarca casi diez minutos, muy en su línea, y esta vez si, con el metrónomo a seis pies bajo tierra. Nueve minutos y medio de riffs primitivos, de doom primigenio, castaño oscuro y de lamentos guturales que contrastan con la aguda voz de Jon Davis.
Si hablábamos de mayor velocidad en los bits para abrir el disco, antes de llegar al tercer corte, la lenta pesadez a vuelto a la atmósfera. ‘Wrath Gauntlet‘ comienza a la velocidad de aquel caracol prehistórico de la portada con Slomatics. Un caracol gigante que despacio pero impasible, repta hacia la cumbre de la montaña durante más de ocho minutos de track, y cuando más densa era esa baba de caracol, llega la venganza, y la velocidad vuelve a visitarnos. ‘Revengeance‘ es un conjuro de blast beats y de groove, quizá el grito más enérgico de todo el disco, un pequeño respiro que poco a poco va socavándose en si mismo. ‘Every Man Is An Enemy‘ entra cortante, con tintes de himno, derrochando energía, con cambios de velocidad y registro, mientras las partes lentas arrastran líneas de bajo corrosivas y pegajosas. La velocidad vuelve a mandar pero de repente la baba de caracol te arrastra otra vez a ese inframundo de brujería oscura y depresión bestial. ‘Earthenguard‘ ya es la despedida y da la sensación de que ha sido corto, intenso y bello, pero corto. Con un final que no podía ser mas decadente, con los bajos más resonantes que cabía esperar… once minutos de longevo acople de notas obesas, de transistor y válvula reventada por el bass. De funeral orquestado por Black Sabbath, dejando los últimos cuatro minutos del disco para que fluya la pesadez final. Un final sin adornos, sin apoteosis, sencillo, sin pretensiones, de los que te dejan con ganas de más.
Lo mejor
- La pista que da nombre al álbum. Velocidad y algo de groove que contrarrestan con la dinámica general de Conan, doom más denso que el lodo.
Lo peor
- No hay grandes cambios en su sonido respecto a su discografía. Sí se aprecia más velocidad respecto a lo que nos tienen acostumbrados, crecimiento hay, sin ninguna duda, un ensamble total entre todas las piezas del engranaje, y podría ser perfectamente su coronación. Pero tal vez podría caber alguna interacción inesperada. Quizá solo para los que esperan grandes evoluciones e innovación entre un disco y su predecesor cabría esa nota negativa, pero para mi, lo han bordado y por supuesto hay evolución. Es lo único que se me ocurre como peor ante esta maravilla.