Aquí estamos, en pleno 2016, y tenemos entre las manos un nuevo disco de Spiritual Beggars. La banda procedente de Halmstad ya lleva más de 20 años a sus espaldas publicando trabajos de manera regular, y esto que tenemos aquí delante es ni más ni menos que su noveno larga duración. Tres años los separan de su antecesor. Tres años que han sido suficientes para presentarse ante el público con un buen puñado de cambios a nivel musical, que no a nivel personal, ya que la banda sigue compuesta por los mismos nombres que firmaron los dos últimos trabajos del grupo: Michael Amott a las guitarras, Apollo Papathanasio como vocalista, Sharlee D’Angelo al bajo, Per Wiberg como teclista y Ludwig Witt a la batería.
En ciertos grupos con una trayectoria amplia como la de Spiritual Beggars, llega un momento en que se encuentran seguramente ante un dilema. Por un lado, son capaces de seguir adelante, editando nuevos álbumes que conseguirán una buena recepción por una gran parte de su público. Pero a la vez resulta realmente complejo sacar una nueva referencia que les suponga un salto cualitativo y de público con respecto a sus obras anteriores, (seguramente) por la pérdida de ese intangible “factor sorpresa” que se esfuma con los años la mayoría de las veces. Una vez en este punto, puedes arriesgar lo mínimo y entregar en cada nuevo álbum algo que ya ha funcionado. Unos pequeños arreglos aquí y allá, y un par de cosillas más, y está hecho. A pesar de que corras el riesgo de caer en el autoplagio, es un camino bastante seguro a nivel de aceptación.
La otra opción es seguir en otra dirección musical y continuar adelante con quién quiera seguirte. Desde luego esta parece una decisión más valiente, artísticamente más comprometida, y en este caso es la que el grupo sueco ha decidido tomar en este nuevo ‘Sunrise to sundown‘, editado por InsideOut Music.
El álbum sorprende desde el primer momento. No es que lo que ofrezcan sea completa y absolutamente nuevo, pero nunca lo habían hecho de una forma tan rotunda. En álbumes anteriores (sobre todo en ‘Return to Zero‘ y ‘Earth blues‘) ya habían mostrado algunos retazos que les acercaban a estas sonoridades, pero esta vez se han zambullido de cabeza en ellas.
Nos enfrentamos a unos músicos y compositores de primera línea. Si siempre fueron una banda que empleaba recursos de antaño, pero sonaba contemporánea, aquí parece que han salido directamente de una máquina del tiempo.
De primeras te encuentras con el tema que da nombre al álbum ‘Sunrise to sundown‘ (escuchar), lo que ya puede entenderse como una declaración de intenciones. Va con un sonido muy 80’s desde el principio, y si te quedaba alguna duda, el estribillo te lo aclara definitivamente. Las guitarras dominan, con un sonido más limpio que antaño. Y el teclado está un poco más enterrado en la mezcla de lo que era habitual en ellos. Eso sí, en los solos no fallan, y se marcan unos estupendos. Suena diferente si estás obcecadamente comparándolo a los primeros álbumes. Pero si has seguido su trayectoria, te das cuenta de que aunque es algo distinto, es coherente con el trayecto que venían manteniendo desde la entrada de Apollo Papathanasio en la banda.
Bueno, pero esto sólo es el principio, piensas… empieza el segundo tema ‘Diamond under pressure‘. Los teclados recuperan su presencia, pero el tema sigue sonando increíblemente a heavy 80’s, con muchísimo ritmo pero sin nada de fuzz en el horizonte. Nuevamente otro gran solo nos recuerda de nuevo que nos enfrentamos a unos músicos y compositores de primera línea. Si siempre fueron una banda que empleaba recursos de antaño, pero sonaba contemporánea, aquí parece que han salido directamente de una máquina del tiempo.
En ‘What doesn’t kill you‘ recuperan cierta sensación de urgencia. El sonido sigue siendo añejo, y la producción suaviza más que en el pasado el punch de los riffs en un tema que recuerda a los clásicos del heavy metal. Los amantes de la guitarra disfrutaran especialmente del tema. Aquí sí que empiezas a hacerte a la idea de que lo que te has encontrado hasta ahora, es lo que te vas a encontrar en el resto del plástico. En adelante, este espíritu 80’s que ya he nombrado en diversas ocasiones sigue presente de manera perenne. Eso es gracias a la genial voz de Papathanasio, con una textura y plasticidad excepcional para afrontar las canciones desde esta perspectiva. La importancia concedida a las guitarras, muy, muy trabajadas y buscando diferentes sonoridades de manera continua, hacen que los temas sean muy amenos.
Desde luego quién se acerque a este álbum buscando la psicodelia de ‘Mantra’ o ‘Another way to shine’, o la contundencia de ‘Per aspera,,, ad astra’, no va a encontrar aquí lo que querría, y puede incluso llevarse un chasco. Pero no dudéis de que nos encontramos ante un buen álbum.
El riff de ‘Hard road‘ y los vaivenes vocales te hacen pensar en pelos cardados y en pantalones ceñidos con estampado de tigre, y el estribillo y la sección rítmica de ‘Still hunter‘ hacen que no dejes de menear la cabeza y te empieza a apetecer tomarte unas cuantas birras. Una docena. ‘No man’s land‘ conducida por un bajo al trote y el Hammond. Papathanasio que sigue exhibiéndose sin ningún pudor. Interrumpe el tema una parte central que me corta un poco el rollo y no me acaba de encajar. Eso sí, se vuelven a venir arriba con un solo (otro) buenísimo.
‘Turn to Stone‘, con la batería como eje central esta vez, explota a medio tema, con una línea de bajo muy chula y que retoma un poco la vena psicodélica de antaño, y ‘Dark light child‘, con un riff seco primero y mucho groove después, y una sección rítmica tremenda son los temas en los que podría intuirse un poco a los Beggars del pasado. Dos buenos temas.
‘Lonely freedom‘ presenta un riff que de primeras me hizo pensar en que se les aparecieron las musas mientras paseaban por el desierto de Sonora. Las estrofas más etéreas y melódicas sirven de contrapunto. Gran línea de bajo otra vez y tema muy variado que va creciendo con las escuchas. Mi favorita.
En la recta final, la rockera ‘You’ve been fooled‘, un poco genérica, y ‘Southern star‘ para poner el broche final, con un sabor bluesy que mantiene el nivel arriba.
Desde luego quién se acerque a este álbum buscando la psicodelia de ‘Mantra‘ o ‘Another way to shine‘, o la contundencia de ‘Per aspera… ad astra‘, no va a encontrar aquí lo que querría, y puede incluso llevarse un chasco. Pero no dudéis de que nos encontramos ante un buen álbum. Y algo muy importante, desde mi punto de vista, es que va ganando con las escuchas y vas encontrando nuevos matices. Pero está claro que al sector de seguidores más “durillos” este disco se les puede atragantar un poco.
¿Cómo? ¿que ya se pasaron 45 minutos? Pues sí, y muy entretenidos. ¿Pero no quedamos en que este álbum se publicaba en 2016? Ehhhhhh… sí, creo recordar…
Sin más. Un saludo desde 1985. Me pillo mi Delorean y me vuelvo al siglo XXI… pero volveré por aquí a escucharos en más ocasiones, maestros.