Un año más La Estadea puso rumbo hasta la frondosa Clisson, donde los días 17, 18 y 19 de junio iba a tener lugar la XI Edición del cada vez más concurrido Hellfest. Con el regreso de Rammstein, el último show en Francia de Twisted Sister, y el cacareado «The End» por parte de Black Sabbath como principal reclamo, aterrizamos en Francia con un ojo puesto en el cartel y otro en el cielo, y es que el pronóstico del tiempo nos hacía temer abundante agua para casi todo el fin de semana.
Conscientes de que el viernes iba a ser uno de los días más fuertes, pasamos el primer check-in de la entrada viendo como este año se habían endurecido un poco las medidas de seguridad en los distintos accesos al recinto. Los registros individuales y el aumento de la vigilancia, nos remitían a los trágicos sucesos que el país galo ha tenido que padecer durante los últimos meses. No obstante, el espíritu de libertad y las ansias de diversión de la gente parecían estar muy por encima de la triste sombra arrastrada por la violencia de dichos acontecimientos.
Ya dentro de la zona principal, y después de echar un vistazo rápido, vimos como la mayor parte del recinto repetía la misma fórmula que en 2.015. A excepción de diversos elementos decorativos y una completamente remodelada Warzone, epicentro de los conciertos dedicados a la escena punk y hardcore, y la cual recordemos fue uno de los puntos más criticados de la pasada edición por sus constantes problemas de espacio y durísimos embotellamientos, todo estaba donde lo recordábamos.
Sin pararnos demasiado a contemplar las atracciones del recinto, y con el temor de recibir un chaparrón inminente, nos acercamos hasta los escenarios principales para catar el primer grupo que teníamos marcado en rojo; Tremonti (Alter Bridge, Creed) en solitario tenía previsto desplegar su show a las 12 del mediodía, pero en cuanto cogimos posiciones nos encontramos con que el concierto del guitarrista americano había sido «suspendido por razones logísticas». Desde luego no era la mejor forma de empezar, pero sin embargo no tardaron en rugir las guitarras de Nashville Pussy al fondo de la campiña para intentar levantar el espíritu de los más madrugadores. Buen show de Ruyter, Blaine y los suyos, que hicieron todo lo posible para poner los mimbres de una fiesta que aun estaba por llegar.
Rápido vistazo a las zonas comunes para comer, bares, puestos de merchandising (imposibles de acceder durante las primeras horas) y paso por caja para recargar nuestras tarjetas «Cashless«, que es la forma de pagar la bebida en los distintos puntos festival. Precios – bastante asequibles – y opciones similares a las del año pasado también en lo que a posibilidad de avituallamiento se refiere.
Con los americanos Shinedown ya sonando en los escenarios principales, la congregación todavía no parecía animarse del todo, y la opción de pasear y descansar con la música de fondo parecía la tónica dominante en la zona más amplia del lugar. Al grupo liderado por Brent Smith le tocó padecer esa aparente timidez, y mientras paramos para hacer la primera visita a los camiones de la comida, la energía de Halestorm, pero sobretodo la reunión del colectivo francés Le Bal Des Enragés, ya parecían haber despertado a las bestias del foso más grande. Fue con la entrada de los también locales Mass Hysteria cuando la sensación de magnitud comenzó a cobrar formar. Los de París aterrizaban en Clisson con disco nuevo, ‘Matière Noire‘, y con un Mouss al frente deseando ajustarle las cuentas a las oligarquías y a los que hacen del odio y la violencia su único propósito en la vida. Su discurso caló dentro de un show poderoso, preciso, y cargado de complicidad hacia un público que no dejó de transmitir su respaldo. Un mosh constante, walls of death, y saltos por parte de los músicos a un foso que, ahora sí, parecía abarrotado, nos pusieron ya en situación.
Tocaba hacer una escapada rápida para ver que se cocía en el resto de escenarios, los thrashers Havok en Altar, los doomsters Ramesses en Valley o los blackers Kampfar en The Temple, transmitían la sensación de que en sus respectivos dominios se estaban llevando a cabo mini-festivales paralelos. La Warzone, como os decía, había ampliado su capacidad, y en su parte posterior se podía disfrutar de una pequeña zona en grada y diversos puestos de comida/bares. El resto de tarde se nos pasaría entre un abarrotado concierto de Anthrax y los maestros polacos Vader. Durante todo este tiempo tuvimos que padecer breves rachas de sol, y lluvias intermitentes, que terminaron por convertir varias zonas (principalmente las de baños y comida) en barrizales.
Volbeat serían uno de los conciertos más animados del día, con un Michael Poulsen risueño y un sonido perfecto, que nos hicieron olvidar lo monótonos que se pueden volver algunos de sus temas. Dropkick Murphys repitieron un año más en Clisson, y conscientes de la expectación que despiertan, y el cariño que le tiene su afición, se entregaron a la causa de su personal fusión de folk punk. En ese momento todavía no seríamos conscientes de lo que estaba por venir, y es que la ansiedad de la gente por ver a los emblemas del metal industrial Rammstein, provocaría una de las peores aglomeraciones que recuerde al aire libre. Rondando las once de la noche, se hacía prácticamente imposible desplazarse por ninguno de los aledaños del Main Stage 1. Empujones, pisotones y mareas de gente sin rumbo, se mezclaban con las primeras notas del ‘Ramm 4‘, el nuevo single que la banda alemana está presentando este verano. Una vez ubicados en un sitio más o menos seguro, sí pudimos disfrutar de la potencia y eficacia sonora del grupo. A su selección de temas insignia se le uniría su habitual show pirotécnico y dejarían la campiña prácticamente arrasada para ver a Offspring. Me quedé con la espina de Kvertelak, pero nuestro enlace con Bla Bla Car aguardaba, y como sucede siempre en este tipo de festivales, es prácticamente imposible verlo todo. Mientras esperábamos por nuestro conductor, todavía pudimos ver un rato de Tremonti, que había sido re-alojado en una de las carpas, y que a pesar del saturadísimo volumen, nos dejó ver la inmensa capacidad que posee para fabricar riffs salvajes.
Ida y vuelta Clisson-Nantes-Clisson para un sábado que se presentaba más tranquilo en términos generales. Nuestra jornada comenzaría con las leyendas del heavy nipón Loudness y un Glenn Hughes que estrenaba dentadura nueva, pero mantenía sus registros en plena forma a sus 64 palos. El regreso a los escenarios de Atreyu era uno de los alicientes para madrugar, y los californianos demostrarían que no han perdido ni un ápice de energía, desmontando el Main Stage 2 con su furiosa ejecución. La tarde se nos pasarían volando entre el ameno show de Nikki Sixx y el hard rock afable de sus Sixx AM, y la Orquesta Sinfónica del Apocalispsis que montarían los italianos Fleshgod Apocalypse en el Temple. Vistazo rápido a los reseteados Entombed A.D., y escapada hasta la rueda de prensa que ofrecerían unos agradables Nikki Sixx, DJ Ashba y James Michael sobre los planes de futuro de su proyecto en común. Especialmente cachondo fue escuchar sus respuestas con el ‘I want to know what love is‘ de Foreigner sonando de fondo.
El ilustre Joe Satriani sería nuestra siguiente parada, y a pesar de la reticencia inicial que puede provocar el concierto de un guitar hero ofreciendo un show instrumental en medio de un festival cuyo leitmotiv es el hardcore, he de decir que su propuesta cuajó sin ningún problema, llegando incluso al éxtasis con algunos de sus temas más emblemáticos como el baladón ‘Always with me always with you‘ o la indispensable ‘Surfing with the Alien‘. Escapadas rápidas para ver por lo menos un poco de Asphyx en el Altar y Bad Religion en la nuevamente abarrotada Warzone, y exploración en busca de comida mientras Disturbed y Within Temptation copaban la atención en los escenarios principales. El resto de jornada nos depararía un fragmento de BMTH para ver a un exhausto Oliver Sykes y el enérgico show final de Twisted Sister. Una efectiva selección de canciones y una gran actuación por parte de Dee Snider, que estuvo a un gran nivel, y se encargó de asegurar que esta sería su última gira «de verdad de la buena». Junto a él pudimos ver a Jay Jay French, a Mark Mendoza y a Eddie Ojeda además del invitado especial Mike Portnoy (ex-Dream Theater, The Winery Dogs). El dilema del día sería asistir – otra vez – a Korn (ya habían estado en 2.015, y también los había podido ver en el Resurrection Fest del año pasado) o probar el experimento llamado Gutterdämmerung. Optamos por la segunda, y la verdad es que no me arrepiento lo más mínimo. Se trata de un film bastante abstracto, pero protagonizado por algunos de los nombres más ilustres del rock (Henry Rollins, Grace Jones, Lemmy, Iggy Pop, Josh Homme…), y que en este Hellfest se encargaron de proyectar en una pantalla dispuesta para la ocasión en el escenario de la Warzone. A mayores del film, el evento cuenta con una banda interpretando la BSO en directo, así como distintos efectos de iluminación y pirotecnia. Toda una experiencia.
Al igual que el año pasado, y después de dos días seguidos engullendo conciertos a un ritmo frenético, el domingo optamos por reposar un poco y disfrutar también de las atracciones que posee Nantes para el turismo. Las terrazas y calles están repletas de gente y a poco que camines puedes encontrar diversos puestos ambulantes de venta y música. Después de recuperar un poco las fuerzas, pusimos rumbo a Clisson para ver a unos enormes Gojira, los cuales habían sido capaces de aglomerar una descomunal cantidad de gente (equiparable a la de cualquier cabeza de cartel que os queráis imaginar). Al llegar al festival un poco más tarde, la sensación de velocidad se vuelve en tu contra, y sin que te des cuenta estás viendo a Insomnium y Blind Guardian prácticamente al mismo tiempo, mientras te mentalizas para coger sitio en Slayer todavía a las seis de la tarde. El concierto de los americanos no tuvo demasiadas sorpresas, un tema mítico tras otro, con un Araya correcto, y con una guitarra a la que se olvidaron de dar volumen ¿adivináis la de quien?. La furia vikinga de Amon Amarth envolvería la campiña con una espectacular puesta en escena, mientras los fans de Megadeth iban tomando posiciones para ver a Mustaine y los suyos. El legendario grupo californiano llegaba a Francia con su renovada formación, y fue precisamente gracias a ellos, principalmente Kiko Loureiro, que pude seguir un concierto que se me hizo soporífero por momentos. Y es que ni el ‘Holy Wars…‘ consiguió sacudirme la modorra de un show que parecía un ensayo – aburrido – con gente. Huida para ver que estaban haciendo Jane’s Addiction en el Valley, y sorpresa por la intensidad de un concierto plagado de temas clásicos y una acción demencial sobre el escenario. Entre bailarinas de suspensión corporal, y un volumen atronador, pudimos ver al núcleo duro de los Juanas y disfrutar sobremanera.
Por causas de fuerza mayor, básicamente el regreso a España, nuestro Hellfest de este año terminaría con parte del show de Ghost y la despedida de los escenarios de Black Sabbath. El primero un concierto repleto de efectos especiales, para un grupo que sigue posicionando al público en extremos opuestos sobre su propuesta musical; el segundo un show sin demasiadas sorpresas, y con un Ozzy Osbourne que logró mantener el tipo la mayor parte del concierto. Sonaron algunos de los temas primordiales de su carrera, aunque durante todo este último tramo de festival se notó el cansancio de un público que había estado expuesto a demasiados esfuerzos seguidos. Fue con la llegada de los clásicos ‘Children of the Grave‘ y la indispensable ‘Paranoid‘ que la campiña pareció recobrar por un momento el pulso, y con ésta última pondríamos «punto y final» a la inmortal formación británica en directo.
Tres días seguidos de fiesta, música y algunos de los grupos más importantes del mundo, todo reunido en un paraje idílico, y en el que este año tuvimos que padecer un poco la inclemencia del tiempo, así como alguna que otra aglomeración de gente, pero que hacen del evento celebrado en Clisson un punto de encuentro recomendable para todos los aficionados que ansían con ver a la mayor parte de sus ídolos, sean del estilo que sean, en un plazo muy corto de tiempo.
Cabe destacar también la cantidad de opciones paralelas a los conciertos que ofrece el festival, como las sesiones de firmas, el Descent Into Hell (una tirolina que cruzaba el foso principal de punta a punta), after-parties, o la zona de tiendas Metal Korner, lugar donde dejarse los cuartos, y en el que los distintos partners del evento (Dr Martens, Gibson, Deezer…) organizan actividades para ganar premios y pasar el rato. Los afortunados poseedores de una entrada VIP volvieron a tener un recinto inspirado en la estética Mad Max con acceso prioritario, servicios propios y un bar donde poder relajarse y ver las actuaciones del Main Stage en un proyector. En esta zona también se llevarían a cabo conciertos acústicos y sesiones DJ, además de alguna que otra retransmisión de fútbol. Este año volvimos a tener castillo de fuegos artificiales, y un sentido homenaje al fallecido Lemmy (Motörhead), cuya figura se ha convertido casi en el rostro del evento francés. See you next year Clisson.
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