Lo sabía. Al menos lo intuí con una clarividencia “profesional”. Desde que sonó la última nota de su segundo ‘Meir‘, lo primero que pensé fue que en un hipotético tercer álbum, Kvelertak iban a cambiar su discurso musical. No sabía hacia donde, ni en qué grado, pero tenía la instintiva certeza de que lo harían. No es que quiera pegármelas de listo, porque no soy ni el más listo de mi casa, pero esta vez, sí me lo vi venir, y acerté.
Tras coger a todo el mundo por sorpresa con su primer álbum, y aprovechar la coyuntura, de forma lógica, en el segundo – hasta el punto de que sin ningún rubor lo titularon ‘Meir‘ (más, en noruego) – para seguir en la misma dirección. Obviamente, nadie tiene la obligación de reinventarse en cada disco, pero en este caso, estaba más o menos claro que la banda se enfrentaba a una encrucijada en su corta pero fructífera carrera de cara a su tercer largo. La primera opción pasaba por tirar para adelante, que más vale malo conocido que bueno por conocer, y cascarse un Meir II, y mientras la inspiración y las buenas canciones siguiesen surgiendo, y la gente diera el visto bueno, no habría problema. La otra, era variar lo ya conocido, con nuevas sonoridades y nuevos derroteros por conquistar, y ver como reacciona el personal que hasta ahora les había apoyado. Ciegamente, siempre les otorgué valentía artística a estos seis vikingos, y pensé que optarían por esta segunda opción.
Y así ha sido. Además, ni cortos ni perezosos, van y lanzan como primer single y adelanto ‘1985‘, el tema que quizá está más alejado de sus directrices habituales. El personal, ávido de nuevas composiciones rápidas y contundentes, se queda con cara de palo tras tres años a barbecho, nada más terminar este tema, y no es de extrañar. Un sonido mucho más clásico, limpio y nítido – tampoco es que nunca sonasen especialmente sucios – dejaba descolocados a la legión que esperaba un demoledor tema, de lo que se ha definido como black n’ roll, y del que tan buenos ejemplos nos habían dejado antes.
Un álbum esperado por muchos, pero ¿a que nos estamos enfrentando realmente?
Los seis mismos integrantes de los anteriores discos – Erlend Hjelvik como vocalista, a las guitarras Bjarte Lund Rolland, Maciek Ofstad y Vidar Landa, y en la sección rítmica Marvin Nygaard al bajo y Kjetil Gjermundrød a las baquetas – nos traen un álbum con menos pegada inicial que los anteriores, más nítido y más ambicioso, y un trabajo que quizá, exija al oyente un pequeño esfuerzo para hacerse con él.
‘Dendrofil for Yggdrasil‘ comienza como si no hubiera un mañana, siendo uno de los temas en el que podemos encontrar mayores similitudes con sus dos álbumes anteriores. Batería y bajo a toda velocidad, y las tres guitarras justificado sobradamente su presencia, con unos desarrollos magníficos.
Lo que aquí ya notamos, y que se mantiene a lo largo de todo el disco, es una producción y una mezcla en la que se nota un cambio. Los instrumentos gozan de algo más de espacio individualmente, y de más definición, y el sonido es más grandilocuente. Posiblemente, parte de la perdida de esa contundencia típica de Kvelertak se deba a este punto.
‘1985‘ es, por el contrario, el tema más rupturista. El desarrollo y la sonoridad empapada en el heavy clásico, es secuestrada y integrada en el mundo de los Kvelertak. El tema es una representación del álbum, en el sentido de que gana una barbaridad con las escuchas, y una vez que te quitas de encima el prejuicio de lo que te esperabas encontrar en el disco.
Eso sí, la han alargado un poco de más y con un minuto menos les hubiese quedado redonda.
‘Nattesferd‘, ‘Svartmesse‘ y ‘Bronsegud‘ siguen una linea común. Es como si los noruegos hubieran decidido mostrarnos una parte más de sus influencias, y se decidiesen a homenajearlas sin tapujos. Conservando su propio toque, se zambullen en las melodías de las bandas más significativas del fantástico scandinavian rock de finales de los 90. El sentido de la melodía y la urgencia de estos grupos, pero pasados por el filtro de los noruegos. Cada una tiene su encanto. Es como si a los Backyard babies o a Turbonegro los hubieran envenenado con taurina. ‘Nattesferd‘ es genial. Verla crecer hasta que toma velocidad de crucero es una gozada, y ese estribillo con la voz femenina conjugándose con los berridos de Hjelvik queda de lujo. ‘Svartmesse‘ trae más riffs nietos del scandinavian rock, con cierto ritmo machacón en su estrofa y un estribillo hardrockero, instrumentalmente muy pegadizo, y seguro que un arma de destrucción masiva en directo. ‘Bronsegud‘ es como si les hubieran metido una sobredosis de nandrolona a The hives. Con una melodía mágica y unos “hey!” y “huh!” que no te extrañaría oír un un tema de los suecos. Kvelertak cogen las virtudes de estas bandas, para trasladarlas a su terreno, con una rítmica más cañera y unas guitarras inspiradísimas.
Con ‘Ondskapens galakse‘ recuperamos a unos Kvelertak con un tempo más reposado y con una sonoridad en las guitarras que los acerca un poco al sludge de los Kylesa o Baroness más psicodélicos. Hjelvik sigue imponiendo una interpretación vocal rasgada, que hace conservar un nivel de agresividad y una garra, suficientemente alta durante todo el trayecto. Incluso en este tema, que posiblemente sea el que menos punch tiene de todos.
Retomamos el pulso con ‘Berserkr‘ que nos devuelve al sendero de sus álbumes anteriores, al igual que el primer tema, pero conservando el sonido de todo este trabajo, por lo que sigue sin sonar tan descarnado como anteriormente, aunque el tema no carezca de fuerza en absoluto. Velocidad y potencia, un bajo muy High on fire y unas guitarras de las que arrancan caña o fragilidad a su gusto. Varios cambios interesantes, acaban dejándonos con un tema de mucho nivel.
‘Heksebrann‘ se alarga por más de nueve minutos. Con una intro construida con un enjambre de guitarras, a las que se van incorporando bajo y batería. Algunos elementos importados de la psicodélia. Ligero aroma prog. Coros femeninos en el estribillo y el tema más inquieto y experimental del álbum, donde los noruegos parecen seguir buscando un paso más allá de sus fronteras naturales. Al igual que ‘1985‘ es un tema que descoloca de primeras, pero que va ganándose su sitio con las escuchas.
‘Nekrodamus‘ completa este trabajo con cierto aire a blues/stoner oscurillo. Es una banda sonora adecuada para venderle tu alma al diablo. O para hacerte compañía mientras destilas licor de alguna sustancia vegetal en tu cabaña, perdida en medio de algún fiordo. Espíritu salvaje, para dejarnos otro tema genial, que tampoco se parece demasiado a nada de lo que hayan hecho hasta ahora.
El mayor hándicap que tiene este álbum, es que Kvelertak ya era un grupo con una personalidad propia afianzada en el panorama actual, y sus seguidores esperaban algo muy concreto de ellos. Una vez superado el shock del primer contacto, sugiero dejar a un lado lo que uno querría de ellos, y exprimir lo que en realidad han ofrecido. Y te darás cuenta, de que es un álbum del copón, variado, con temas buenísimos, y que sí, rockea que da gusto.
Lo mejor
- La valentía, del grupo arriesgando y ganando.
- Que se mantengan cantando en noruego.
- El jugo que le sacan a las tres guitarras.
- Lo más importante, los temas molan.
Lo peor
- Su tendencia – y no es la primera vez – a alargar algunos temas un poquito de más.