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Obsidian Kingdom ‘A year with no summer’

Después de escuchar el nuevo disco de un artista al que llevo un tiempo siguiendo, o que posee una larga trayectoria, muchas veces me hago la pregunta retórica de si sus componentes tendrán una motivación más allá de que la banda se haya convertido en su trabajo y medio de subsistencia. Cuando en su entorno privado hablan de hacer un nuevo álbum y ponen ideas en común, ¿pensarán más en qué quieren hacer, o en satisfacer lo que su público espera de ellos?. Imagino que a esta pregunta habrá un amplio abanico de respuestas…

Pues bien, con el nuevo trabajo de Obsidian Kingdom no me hice esa pregunta, porque con que lo escuches una vez, una solamente, tú mismo te darás cuenta de que sus componentes no se han puesto ninguna barrera, ni han tomado ningún compromiso con nadie, ni con nada más, que con ellos mismos y sus propias inquietudes. No veo ni un atisbo de concesión mas que a sus entrañas y a sus propias motivaciones compositivas. Y esto, ya de por sí sólo, les concede un extra de admiración por mi parte.

El valor y el riesgo que una banda encuadrada en la escena metal asume, es muchísimo mayor cuando su sonido se expande por territorios que difieren de los habituales sonidos contundentes, y juega con elementos más sutiles. Ellos lo han asumido. Bueno, luego, aparte, hay que hacerlo bien.

Ya con su anterior trabajo, el que llamó la atención de un sello como Season of Mist, ofrecían una declaración de principios. Un álbum que no se casaba con nadie y que era complicado de enmarcar. El mejor consejo era: escúchalo.
Para este nuevo disco, no me queda más remedio que darte el mismo consejo: escúchalo. Es lo mejor que puedes hacer. Saca tus propias conclusiones porque cuando uno tiene que hablar de depende que obras, tienes la certidumbre de que digas lo que digas, no vas a poder abarcar con las palabras todo lo que quieres expresar, ni vas a poner de acuerdo a todo el mundo.

Desde que empieza ‘A year with no summer‘, con su tema homónimo, hasta que termina con ‘Away/Absent‘, la banda no hace más que regatear al oyente, ponerlo a prueba y jugar al despiste para ver si es capaz de seguirle el juego. Los tonos blancos, morados y azules del artwork reflejan la cromatografía de las sensaciones que este trabajo transmite a lo largo de todo su recorrido.

Lo cierto, es que en este álbum es difícil de destacar un corte por encima de otro, porque todo el trabajo en sí mismo fluye de manera continuada, y cierto es que todo podría ser un solo tema con diferentes movimientos.

Una vez que concluyas su escucha, habrás viajado por la calma tensa, salpicada por chubascos guitarreros de ‘A year of no summer‘… la frialdad urbana que transmiten ese coqueteo con el drone y unas inspiradas programaciones en ‘10th April‘… ‘Darkness‘ también juega con ciertos elementos del post rock y del drone bajo en calorías. Con más brío gracias a un bajo omnipresente, simple y efectivo, y ese ritmo un poco más acelerado. Quizá con un minutito menos le hubiese llegado. En los detalles del tema se esconde la magia… una magia que en ‘The Kandinsky group‘ adquiere un tono más siniestro a nivel vocal, y experimental a nivel musical, en un tema largo, profundo y muy bien rematado… Seguimos con la delicada progresión y el toque existencial de ‘The polyarnik‘, que hace que a pesar de su corta duración, comparado con los otros temas, sea algo más que un interludio… que une con el single ‘Black Swan‘, con su tono pausado y reflexivo, y por supuesto, gélido, como todo año sin verano debe ser. Construido a partir de programaciones, y sobre las que se van desarrollando los instrumentos más habituales dentro del rock más ortodoxo… y nos guste o no, como a todos los años les pasa, deben llegar a su fin, y este lo hace mediante ‘Absent/Away‘, en el que, desde sus primeras notas, parece que este sol de invierno vuelve a templarnos un poco al rozarnos la piel. Por tramos, hace presencia la garra que no había asomado la cabeza a lo largo de todo el trabajo más que a cuentagotas. En las voces y en la batería sobre todo, pero es más en la sensación general del tema, que suena más vivo, más luminoso. Y tras un pequeño silencio, nos encontramos con ‘Darkness (reprise)‘ a voz y acústica, que da portazo al disco, sin aportar nada que no hubiese quedado dicho ya.

Cuando, y después de varias escuchas, te adaptas al ambiente gélido que emana de los altavoces, y te das cuenta de que llevas unas horas cabizbajo y con la mirada perdida en un mundo de témpanos, eres consciente de que el título del álbum le viene que ni pintado.

Las guitarras son un elemento más, y para nada el principal de la composición, y con A year with no summer, los catalanes caen de lleno en la experimentación más absoluta. La electrónica utilizada de manera muy creativa y orgánica supone el pulso que le echa Obsidian Kingdom a su público más aguerrido.

Se nota que a nivel de texturas, teclados y ambientes es donde han puesto todo su esfuerzo y el punto diferenciador.
La producción está a un nivel muy alto, y cabe también destacar los colaboradores de primera fila que participaron en el álbum, como son Kristoffer Rygg en ‘10th April‘ a las voces, y en ‘The Kandinsky group‘ ponen su granito de arena Attila Csihar también a las voces y Jaime Gómez Arellano colabora añadiendo pinceladas con algunos instrumentos poco comunes (dulcémele y waterphone).

Obsidian Kingdom son rupturistas y vanguardistas en su forma y en su contenido. Si ya lo habían mostrado en ‘Mantiis‘, aquí se hace de una forma mucho más directa.
A pesar de todo, y de ser sin ninguna duda un álbum disfrutable para los más osados dentro de la escena metálica, hay que decir que es un álbum que hay que trabajarse. No lo ponen fácil tampoco. ‘A year with no summer‘ es una llave especial, hecha para una cerradura concreta. Hay que desvelar su contenido en el momento emocional adecuado para que todas las piezas encajen. Aunque el álbum en sí no peca de repetitivo, sí que es verdad que esa atmósfera gélida que cubre todo puede hacer que peque de monótono para algunos. Aunque intuyo que la banda era precisamente el ambiente que buscaba. Sufre algún altibajo, y aunque se escucha de un tirón sin problema, sí que en ocasiones corres el peligro de divagar, aunque todo hay que decirlo, igual que te pierden, te vuelven a meter en el disco al poco tiempo. Y claro, sin en tu ración de música no quieres ni oír hablar de teclados, sintetizadores ni nada por el estilo, estás en el sitio equivocado.

Pero el diablo sabe más por viejo que por diablo, y mi olfato me asegura que este es un álbum de largo recorrido, y estoy convencido de que con las escuchas, la opinión de cualquiera que se acerque a este álbum, irá creciendo cuanto más se dejen mecer en su abrazo invernal.

Lo mejor

  • La personalidad propia que desprenden y su absoluta independencia artística.
  • Su objetivo de transmitir un año sin verano, lo han conseguido.
  • Teclados, sintetizadores y elementos electrónicos están profundamente elaborados.
  • Con cada escucha me ha ido gustando más, y eso siempre es buena señal.

Lo peor

  • Lo mejor, a veces, también puede ser lo peor. La atmósfera continua a lo largo de todo el trabajo, en ocasiones puede que haga que el cuerpo te pida un cambio.
  • Que cometamos el terrible error de hacer buena la frase de que nadie es profeta en su tierra, y no se les de la oportunidad que merecen sólo por ser de aquí.

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