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Darkher ‘Realms’

Prophecy Productions es un sello al que no le quito ojo de encima. Cualquiera de los lanzamientos que realizan a través de sus diferentes tentáculos (Auerbach, Lupus lounge y Prophecy) son objeto de mi escucha, y a pesar de la amplia variedad de registros que abarcan, desde el black metal hasta el neofolk, y a pesar de que a nuestros oídos nos ofrecen música de apariencia diferente, todos asemejan compartir un fondo común, iluminado bajo un mismo sol de invierno.

En una de mis expediciones por las novedades del mentado sello, fue donde me tropecé por primera vez con la música de Darkher. Las cuatro canciones que contenía su EP ‘The kingdom field‘, me atrajeron desde el primer momento, y si bien no me quedé completamente exhausto, sí que tenían los suficientes argumentos para hacer que apuntase su nombre en mi libreta de “promesas”. Esto era en el año 2013, y aún tuvimos que esperar hasta agosto del recién finiquitado 2016 para podernos llevar al huerto el primer largo de Darkher.

Y buena a sido la espera, pues lo que me encontré es un álbum embriagador, de esos que te hacen perder en un pestañeo el sentido del tiempo.

Llama poderosamente el aspecto visual que Jayn H. Wissenberg – componente principal de la banda – imprime en la concepción del grupo. Presentándose como si se tratase de una hechicera ermitaña, en medio de los frondosos bosques de una época casi extinta y bajo una imagen absolutamente cautivadora, la británica consigue una atmósfera muy atractiva. Esto quedaría en nada si luego la música no cumpliese. Suerte la nuestra, pues resulta que todo este aparato no ahoga sus composiciones, ni mucho menos, si no que imprime un carácter aún más impactante a unos temas que destacarían por sí solos.

Porque aquí las piezas encajan, y lo que podemos destacar como un éxito absoluto es la capacidad de la autora para trasladarnos fuera, mientras caminamos con cautela por parajes ancestrales, entre el crepitar de las ramas bajo el peso de los animales salvajes, el chirriar aleatorio de algunos grillos solitarios, y los abdómenes bioluminiscentes de las luciérnagas, formando un tapiz cósmico bajo nuestros pies.
La consciencia inconsciente de que estamos unidos indisolublemente con lo que nos rodea.

Sus canciones hacen que te cuestiones la reencarnación, pues con desconcertante clarividencia hallarás lugares que juras no haber visitado en vida, pero que eres capaz de sentir bajo la piel y los conoces como si ayer mismo los hubieras recorrido.
La presencia humana es accesoria en este lugar y siente el penetrante olor de la tierra húmeda y la escarcha de la aurora fundirse al contacto con el calor corporal.

Darkher tiene una virtud fundamental y cuasi mágica, que es la interpretación, y cómo ha sido tratada la voz de Jayn, consiguiendo un efecto sedante, siniestramente cautivador, con una fantasmagórica voz que destaca con la luz propia de la luna llena filtrándose entre las ramas. No quieres dejar de escucharla. Aunque de alguna manera, despierta en nosotros algún tipo de terror instintivo, atávico y atemporal, a la vez consigue sonar como una madre arrullando a un hijo desconsolado.

Otro elemento a destacar a lo largo de toda la grabación es como utilizan elementos del drone, para dotar de poder sugestivo infinito a sus canciones. Y lo logran utilizando y moldeando estos elementos de forma minimalista, y me atrevo a decir que dándoles casi un formato accesible a todos los públicos.

Desde este punto, puedes ver como partiendo de fundamentos en principio, sencillos, Jayn junto a su cómplice Martin T Wissenberg – guitarra solista, bajo y atmósferas – consiguen ir vistiendo su voz con diferentes instrumentaciones hasta dejar un resultado natural y sobrecogedor.

El responso otoñal bajo un aguacero de mil demonios que supone ‘Hollow veil’. Los coros, los acordes y arpegios de ‘Moths’, junto con las programaciones y las cuerdas, formando un conjunto realmente emocionante, que nos hace pensar el la nana que tararearía el último y solitario ser humano en el planeta en una atardecer de invierno. La percusión cíclica de ‘Wars’, como un mantra, y la instrumentación que va creciendo poco a poco, creando una intensidad acogotante. Un lamento que nunca tendrá consuelo. Una plegaria jamás obtendrá respuesta.
Toda la tristeza y toda la esperanza del mundo recolectada en las notas de ‘The dawn brings a saviour’.
‘Buried’, presentado en dos fragmentos, es la melodía que resonará en tu cabeza el día que lo pierdas todo.
‘Foregone’ – retomada de su anterior EP – y ‘Lament’ cierran ‘Realms’ manteniendo la emoción a flor de piel, y resultando especialmente satisfactorias a aquellos que disfruten de los placeres de la soledad y tengan tendencia al extraño deleite en la añoranza.

El disco se escucha de un tirón, te seduce a hacerlo, porque es la manera de que realmente saques todo lo que lleva dentro, y al unísono, que él te haga conocer parajes de ti mismo a los que no dedicas más que una fugaz mirada.

Darkher logran con ‘Realms’ difuminar en todas direcciones posibles fronteras estilísticas y su propuesta deja de lado todas las etiquetas, pudiendo llegar a multitud de seguidores. Porqué aquí se habla otro idioma, más universal del que muchos proponen al encorsetarse en según que reglamentos.

Darkher, en realidad, es difícil de describir sin quedarse corto o pasarse de largo. Sus evocadoras canciones presenten un cariz muy maleable y capaz de adaptar diferente forma según la persona que lo escucha, y desde luego, si yo tengo que medir un trabajo musical por su capacidad para producir emociones, Darkher están en una posición muy destacada. Al menos conmigo lo consiguen de sobra.

Un imprescindible del extinto 2016.

Lo mejor

  • Lo fluido que resulta el disco de principio a fin.
  • La intensidad emocional conseguida.
  • Una propuesta muy personal, a pesar de que se nos puedan venir un par de nombres obvios a la cabeza con los que emparentarlos.

Lo peor

  • Por lo que a mi respecta, no le puedo poner ninguna pega a este disco.

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