La Estadea Logo

Grajo ‘Grajo’

Hace bien poquito estaba elaborando mi lista de lo más destacado del año 2016 para esta santa web, y una de las cosas con las que ya contaba mientras empezaba a redactarla, era que ahí se omitirían cosas que deberían estar. Porque todos los años, siempre, jamás faltan a su cita un buen puñado de álbumes que se me escurrieron entre los dedos el año anterior, así, sin darme ni cuenta. Pues eso, que no acaba de terminar el año, y zasca, la primera en la frente.

¿Y quienes son los “culpables”? Pues esta vez son Grajo y su disco homónimo los que llaman a la puerta a año vencido. Porque estas canciones llevan pululando por ahí desde primavera del recién finiquitado 2016, y yo en la Luna. De hecho el disco fue grabado a finales de febrero en los Estudios La Mina de Sevilla por Raúl Pérez, nombre que es cada vez más habitual encontrarse impreso en los créditos de discos realmente buenos. Además, nuevamente hay que viajar a ese sur del que yo había renegado por su persistente cabezonería de superar con continua alevosía la placentera temperatura de los 21ºC y sólo bajar de los 30 de casualidad. Pero claro, uno ya empieza a pensar que el sudor (y para el que esto escribe, las lagrimas con esos calores) de tan inhumanas temperaturas van a acabar mereciendo la pena, con la ingente cantidad de grupos que salen de tierras andaluzas en los últimos tiempos. Grajo son de Córdoba, son cuatro, y enarbolan la bandera de ese doom con voz femenina al frente, que tantas alegrías está dando de unos años para acá, con la aparición de un buen puñado de grupos con muy buenas canciones. Y Grajo tienen un buen puñado de ellas. Seis en este disco, de hecho.

Por cortesía de Liz a la voz; Pistolo percutiendo su Bajo; Félix retumbando su batería y Josef dibujando oasis con la guitarra y dando toques acertados con su theremin, aquí tenemos 35 minutos de música para enmarcar.
Claro, y es que si nada más empezar, descerrajan un tema como ‘I am the sea’, uno se queda con cara de tonto, y tiene que reproducirlo de nuevo al finalizar para poder creérselo. Tempo niquelado, el trabajo de guitarras, con esos maravillosos efectos, giros y arabescos, el hipnótico bajo, marcando el tiempo como un reloj de arena, el desesperado y funerario ritmo de los tambores y la cálida voz reverberada de Liz. Centro de la diana. Reverencia. No digo más. Si dices que te gusta el doom-stoner psicodélico, esto es de escucha obligatoria. Chute por los tímpanos y pupilas dilatadas.

El riff de ‘Golden cementery (betrayal)’ necesita exactamente cinco segundo para someterte a su influjo psicoactivo. Y podría estarlo escuchado en bucle durante horas junto a la reptante y percutiva sección rítmica, que avanza al paso de la funesta procesión que precede al féretro. De la sugerente voz de Liz no podría escapar ni el mismísimo Odiseo y la evolución instrumental del tema es una auténtica barbaridad en cuanto a tensión musical se refiere, perfectamente creada, mantenida y resuelta. Mi favorita.

Tras los dos primeros temas ya me tienen practicamente rendido, y pienso que una vez es accidente, dos casualidad, pero tres ni accidente ni casualidad, y con ‘Magic eye’ estos cuatro cordobeses me dejan ante el preludio de lo que definitivamente puede ser un grandísimo disco. Vientos espaciales rodean otro riff creado para unirse y activar los receptores opioides de tu organismo. Puro doom-rock primigenio, lobotomizado lo justo para adaptarlo a los tiempos actuales.

La capacidad de esta gente para conseguir que a medida que sus compases avanzan, el resto de objetos que te rodean vayan desapareciendo hasta que quedáis, tú y las canciones, y nada más existe, es digna de un concienzudo análisis, porque redefine la física de la materia. ‘Devil rides out’ sube una marcha y conmemora la época en la que Black Sabbath plantaban la semilla del doom que vendría. Un poquito más de velocidad, pero no se pierde ni un ápice de la densidad de su propuesta megalítica.

‘Imperium’ es un monstruo. La banda sonora de una muerte por inanición. Es arrastrarte por roca pelada, canjeando cada centímetro que avanzas por tiras de piel. Es beber arena y mascar piedra. Un espejismo de oasis que no existe. Isis tendrá que recomponer de nuevo un cuerpo y los buitres sonríen ante un futuro próximo halagüeño. Brutal.
No quieres que acabe, pero todo acaba, y es con ‘Feeding our demons’ esta vez.
Todo lo que llevas leído hasta este momento, puedes aplicarlo de nuevo al último corte del trabajo. Riffs y ritmos inmensos y omnipresentes y melodías vocales que surgen como flores entre la arena y piedras. Y sí, es nuevamente un temazo del copón.

Grajo son conscientes de sus virtudes y las explotan de una forma magnífica en cada uno de los temas. Riffs graníticos y con gancho. Solidísimo el bajo y la batería que le dan un empaque envidiable. La voz de Liz, con un timbre y unas características que se adaptan muy bien a las lineas melódicas que aquí ha trabajado – mucho y se nota – y que quedan de muerte. Y por supuesto, esa capacidad de utilizar los elementos como el theremin y los efectos que ponen ese toque espacial y sugestivo, y que siempre que aparecen, favorecen el conjunto y suenan perfectamente introducidos, de forma muy orgánica y fluida.

¿No hay ningún pero?. Pues por ponerle alguno, y más de cara a un futuro que a este trabajo en concreto, diría que el disco suena, quizá demasiado homogéneo, y que es posible que algún tema que aportase matices diferentes, o algún tempo que rompiese claramente y que nos saque del cauce general del disco, seguramente los llevase un paso más allá. Pero claro, esto podría ser achacable cuando los temas cojean, o si en vez de homogeneidad hablásemos de monotonía. Pero cuando las canciones son tan buenos como éstas, y el disco te los puedes escuchar de principio a fin sin pestañear, ni de eso les puedes acusar.

Ya solo me queda decir que estas palabras son poco más que una pérdida de tiempo, y lo que tienes que hacer es ir a pincharte este disco pero ya. Una disco para ponerte a dar una vuelta por la estepa puesto hasta las cejas de peyote, a la espera de vislumbrar algún entresijo de lo que hay al otro lado. Un disco para dar un garbeo por los anillos de Saturno e imaginarte cosas inimaginables. Un disco para silenciar durante media hora las voces que te acorralan por dentro, y/o que te hostigan por fuera. Un disco para olvidarte durante 35 minutos de este puto mundo.

Lo mejor

  • Todas las canciones cumplen sobradamente.
  • Que yo haya descubierto, aunque algo tarde, un disco tan bueno.

Lo peor

  • Que por descubrirlo algo tarde, no esté en mi lista de lo mejor del año… discúlpenme… y nada más.

Etiquetas relacionadas