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Noah Histeria ‘Hautefaye’, si el progresivo es lo vuestro, este trabajo es casi un imprescindible

Uno de los peligros más grandes que acechan a una banda joven es conocer el éxito temprano. Triunfar (poco o mucho, cada cual tiene su medida de lo que es triunfar) al poco de echar a andar puede llevar a un grupo a caer en la autocomplaciencia o, aun peor, a sumergirse en una espiral de autoexigencia que termine por desquiciar a sus miembros. Los valencianos Noah Histeria conocieron las mieles del éxito con su primer EP (que revisamos aquí), acumularon premios, alabanzas y un cierto reconocimiento en la comunidad progresiva doméstica. ¿Y después?

Después vino el trabajo callado, el encierro en local, el concebir ideas, el buscar sus puntos débiles y repensarlos para convertirlos en virtudes, el pulir a fondo. El resultado se llama Hautefaye. Es su primer larga duración. Y estoy convencido de que va a ser un disco largamente recordado. En su día decía de su sonido que no era mi campo, mi zona de confort, pero que había algo en él que me atraía. Hoy digo que Hautefaye me enamoró a la primera. Irremediablemente.

‘Hautefaye’ no es un nombre caprichoso. Es el nombre de aldea francesa que en 1870 celebraba su festival anual. Una intoxicación de filoxera en el vino que se compartía causó la histeria colectiva y un sonado caso de canibalismo. La variedad de uva con la que se hacía el vino era ‘noah’. Todo cuadra. Esta historia (que pudimos descubrir en la reseña de los amigos de Rockculture) es el hilo conductor de este disco conceptual perlado de personajes místicos que dan nombre a los siete temas que componen el disco.

‘Hautefaye’ es la encargada de introducirnos en la historia. Es un tema con un profundo sabor a jazz, que va creciendo paulatinamente y que nos hace presagiar que no vamos a seguir un camino recto, sino una senda intrincada y llena de giros. Aquí predominan las atmósferas que crea el teclado. Sin darte cuenta, cuando parece que estás en el clímax del primer corte, estás ya inmerso en ‘43 días I’. Escuchar este tema es darse cuenta de la grandeza que han sido capaces de alcanzar. Primeros chispazos corales y guturales de fondo, breaks progresivos…el despertar de la bestia. Con un ligero corte pasamos a ‘43 días II’, un tema capaz de pasar de los momentos más delicados a los más oscuros con inusitada facilidad.

‘Elah’ es una breve pausa espiritual, casi mística, antesala de ‘Djemil’ y ‘Coloso’, los temas que más me han impactado. El primero con su inicio djentero y esa melodía que va creciendo poco a poco hasta estallar en un estribillo épico con mayúsculas para terminar en un final violento y oscuro. Y del segundo me remito a lo que ya comenté aquí. ‘Shiro’ es la encargada de llevarnos hasta el final. Una última orgía instrumental de más de nueve minutos para salir de este ruedo por la puerta grande.

‘Hautefaye’ es un trabajo excelente, en su sentido más literal. Hay excelencia en la composición, en la ejecución, en la historia, en cómo se cuenta, en cómo se nos presenta a los que nos adentramos en ella desde fuera, en cómo nos engancha para que no podamos (ni queramos) salirnos de ella. Es un disco elegante, que va de lo luminoso a lo oscuro, de las cimas más altas a las sendas más oscuras que recorren valles ignotos, del auditorio más grande a un pequeño bar en penunbra donde unos músicos dan rienda suelta a sus ideas más locas. Y aunque mucho se ha hablado del registro ‘non metal’ de Juan, no me imagino este disco con otra voz. Además, como ya decía antes, encontraréis aquí y allá la aparición por un lado de la coral de la Universidad Politécnica de Valencia, y por otro de la voz gutural de Daniel Mattingly (Servus). De esta última me gustaría tener más dosis, porque me parece que refuerzan la idea de dualidad y conflicto que transmite la historia.

A todo esto que os cuento desde mi humilde punto de vista hay que añadir los aspectos externos, que no solo están a la altura de la materia prima, sino que la elevan a un nivel superior. Lo primero es una producción sublime, que ha corrido a cargo de Raúl Abellán (Millenia Estudio). El resultado es un sonido cristalino, casi luminoso, que permite seguir sin esfuerzo alguno el recorrido de cada instrumento. Por otro lado, tenemos una espectacular portada que se debate entre la fuerza de la bestia que ilustra y la suavidad de las acuarelas empleadas. La culpable es Aria Fawn (AKA ShePaintsWithBlood).

Para acabar esta crítica, y aunque no sea nada elegante por mi parte, me voy a citar a mi mismo. En la conclusión de la reseña de su primer EP decía esto: ‘Se me hace difícil darle una calificación numérica a este trabajo porque, como decía al principio, es un sonido que se sale de mi espectro habitual. Sin embargo, hasta yo soy capaz de darme cuenta de que estos chavales desbordan talento y frescura, y que se han esforzado por ofrecer un producto terminado, maduro y muy pensado, en el que se percibe el aroma de la profesionalidad desde la portada hasta el trabajo técnico. Salvo en lo de chavales, porque el tiempo pasa para todos, creo que la conclusión sería similar, añadiendo el enorme paso adelante que han dado en todos los aspectos. Si el progresivo es lo vuestro, creo que este trabajo es casi un imprescindible en vuestra colección. Y lo que tenga que venir luego, el tiempo lo dirá.

Lo mejor

  • El tremendo salto cualitativo que ha dado el grupo a todos los niveles.
  • Producción y artwork a la altura de un producto de primera.

Lo peor

  • Básicamente nada. Por decir algo, me habría gustado escuchar más guturales de fondo en determinados puntos.

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