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Tribulation ‘Down Below’

Con ‘Children of the night’, Tribulation habían conseguido crear una especie de inconcebible monstruo de Frankenstein. El manantial death metal servía de líquido amniótico para un ente que se miraba en el espejo del dark wave, más que a cualquier otro remotamente similar a lo que se podía esperar de ellos, siendo conocedores de su procedencia musical. El hecho de envolverse en un imaginario vestido en un halo de decadencia decimonónica, ebria del gótico literario y cinematográfico, conseguía elevar el impacto global más allá de una cota mesurable a estos errantes noctámbulos atemporales.

Down below‘ emerge de su féretro, y no puedo más que aferrarme con desesperación al estado de gracia que siguen transmitiendo. Desde el mismo momento que empiezan a aletear los primeros acordes, un vaho siniestro parece filtrarse en el ánimo, y frágiles láminas de realidades se resquebrajan a la par que otras ocultas toman su lugar.

El velo se va desvaneciendo e inhalamos una esencia consolidada, con encanto, con personalidad propia y con un sonido y una imagen definida, que seduce en su personal mundo de siniestro atractivo y cierta sutil malevolencia. Todo lo bueno creado hasta ahora, todo lo que me cautivó en el pasado, lo conservan y lo encaminan hacia unas canciones de contorno más definido y estremecedor. Ello sin menoscabo de la fantasmagórica proyección que irradian sus melodías, forjadas al modo de un traje de fiesta encerrado en un armario por demasiado tiempo, acumulando recuerdos, atesorando polvo y telarañas… pero que en su porte conserva esa decrépita distinción que tanto define a los de Estocolmo en su atmósfera de sobrenatural elegancia.

Ancestros que resonaban años ha, y con los que tienen una gran deuda musical y filosófica – véase p.e Sisters of mercy – tienen mayor relevancia en el vapor que se transpira al exhumar estas canciones de su túmulo digital. Las voces crepitantes de Johannes Andersson, que parecen estar siempre a un paso de quebrarse bajo el peso de los espectros que lo habitan, siguen siendo piedra filosofal de su ceremonial.

Un hogar para el eterno descanso es la sección rítmica, hermosa en sus escultóricas formas y robusta en la materia que compone el cobijo definitivo. Riffs y arpegios resuenan a la luz de las trémulas llamas que danzan en los pebeteros de la vetusta morada, otorgando una panorámica sensorial de un submundo extraño a las almas de una perceptibilidad ajena a las sombrías praderas por las que estas cuatro ánimas arrastran los lamentos de sus elegías.

Como negros pétalos ajados, como un rosario de gotas carmesíes, van brotando acompasadamente, la desde ya clásica ‘The lament’, unas platónicas ‘Nightbound’ y ‘Lady death’ siempre rebuscando en diferentes mazmorras del mismo castillo. La lúgubre ‘Subterranea’ y la psico-terrorífica ‘Lacrimosa’ también reverberarán profundamente en los espíritus torturados. Así mismo lo hará, el lamento inconsolable de ‘The world’. De este modo hasta el final, podría nombrarlas todas, postrarme con devoción fanática y alabar a cada una de ellas.

Hacen de la melancolía, del eterno baile nupcial con la muerte, un mórbido sincronismo que preña todos los pensamientos, cincelando negras vetas en la agotada superficie de nuestro discernimiento. Ellos son la luz sobrehumana y nosotros las polillas que abrazamos su luminiscencia, sin saber, que esa es la manera de inmolarnos en su resplandecientes abrazo.

Aunque a lo mejor, sabemos y no nos importa, simplemente porque lo muerto ya no puede morir.

Lo mejor

  • Un álbum en el que la banda termina de definirse y en el que siguen a un nivel compositivo sobresaliente.
  • Sin relleno en su progresión y con la capacidad de transformar el mundo alrededor mientras dura.

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