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3Teeth ‘Metawar’, un funesto paisaje de distopia futurista

No sé lo que pensarán al respecto mis colegas de generación, pero creo que todos aquellos a los que en los noventa Nine Inch Nails, Ministry o Marilyn Manson les partieron la sonrisa a base de envenenado metal industrial y textos que mordisqueaban en primer lugar las partes blandas de sus presas, no deberían de dudar de que con Metawar, 3Teeth han dado con (casi) la misma piedra filosofal para ofrecérsela a una nueva generación.

En su tercer trabajo, los norteamericanos no presentan quizá una versión de agresión tan cruda y desnuda como pudieran ser la de algunas obras magnas de los mentados, pero ello no ha sido obstáculo a la hora de haber logrado plasmar a lo largo del plástico todo un funesto paisaje de distopia futurista (¿o no tanto?), de esclavitud a través de la tecnológica, de pusilanimidad con disfraz de entretenimiento y de una absoluta perdida del criterio y sentido, tanto de la individualidad como de la proyección social del mismo individuo.

La primera parte del disco es impecable, con temas incisivos como ‘Exxit’, que además se acompañó de un videoclip de esos que quitan el hipo, un ‘American landfill’ con toda la mala baba que se le puede pedir a un combo de este palo, ese ‘President X’, que es un logrado mash-up entre Manson y Clawfinger, o la más siniestra e hipnótica ‘Altaer’.

No se la juegan en las estructuras, que se presentan bastante uniformes y los temas no rebasan los cuatro minutos más que por accidente, pero convencen gracias a que la inspiración compositiva estuvo de su lado, y no surge esa sensación tan incómoda de repetición, que podría derivar en bostezo.

El nivel de tensión claustrofóbica y deshumanización se mantiene con el paso de los minutos, y bajo un cielo industrial nos deslizamos desde el dark-goth de ‘No surrender’ o de ‘Sell your face 2.0’, pasando por la efectiva estrofa de ‘Blackout’, hasta que, antes de lo imaginamos, desembocamos en el fin de trayecto con una buena versión de ‘Pumped up kicks’. La sencilla inocencia de la versión original (de Foster the people), con retorcido texto, es transformada de manera muy creíble por el quinteto yanki.

Sus letras, que también son otro punto especialmente bien cuidado, se dan la mano con la música, y se transmiten conjuntamente en un idioma que puede ser entendido por muchos interlocutores potenciales: un nuevo orden en que los estados y sus ciudadanos son secundarios a las corporaciones, el control de la información es centralizada y encauzada de forma maliciosa y valor de la privacidad va cayendo en la más absoluta de las depreciaciones.

Con las escuchas, finalmente tomas conciencia de que lo consiguen de veras. Mientras los auriculares desprenden los ritmos mecánicos de ‘Metawar’ y a medida que interiorizas lo que con tanto convencimiento escupe Alexis Mincolla, la visión del presente y del futuro próximo se eclipsa bajo la descorazonadora sensación de que, desplazados a copilotos de nuestro devenir, cómplices y desmotivados, seguimos cavando más profundo el hoyo que nos entierra vivos; infectados de agresividad primitiva, ahogados en una estéril frustración, nos desdibujamos ante la desnaturalización de la carne y el galopante progreso exterior que clava un último clavo en el ataúd de nuestra nunca hallada humanidad.


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