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Hela ‘Death may die’, dolor apilado sobre dolor como combustible inagotable

Vale. Es cierto que es más que posible que el hecho de ver la portada antes de haber escuchado el disco me influya por completo. Nunca lo sabré a ciencia cierta. Pero escucho ‘Death may die’ con los ojos cerrados y sólo veo rojo y negro impregnándolo todo.

El mundo que hay detrás de mis párpados se diluye en el sin fin de matices que se forman al producirse la colisión entre estos dos colores. Los contemplo en las pupilas de la protagonista de este álbum conceptual de sufrimiento y redención, y en ellos veo púrpura ardiente alimentado por el instinto de subyugar a un destino torcido; observo el granate oscuro de la sangre que corre por sus venas y que se transluce a través de la fina piel de sus puños crispados; miro las negras cenizas de lo que fue algo de valor, abusado y destruido a lo largo del tiempo, y que ahora retozan sin sentido entre sus pies. Reconstruirse a partir de sólo resiliencia, la superación de la adversidad y la venganza consumada formando un aura tan hiriente como un mirada encontrada con un furioso Sol de mediodía.

Y con los colores, todas las cualidades que atribuimos a su naturaleza y todas las sensaciones que las acompañan se abren en abanico. Paso a paso, lágrima a lágrima, cada gramo de sufrimiento, cada gesto derrotado, cada suspiro de sumisión. Dolor apilado sobre dolor como combustible inagotable.

Todo se inicia con una ‘The getaway’, en forma de siniestra introducción al corazón de esta travesía… un principio de trayecto que sorprende por su cariz más desquiciado, empujándonos sin haberlo esperado al lugar donde habita todo el daño padecido, convertidos al final de este abrupto descenso en una escalofriante pulpa de desesperación. Sirve en cierto sentido de contrapunto al resto, todo él encapsulado en un escarpado relieve, con subidas y bajadas de intensidad, al unísono con la lucha que se establece en el palpitante núcleo que provoca Death may die.

Un epicentro hecho a la medida del antagonismo entre las densas melodías de las guitarras y la sugestiva voz de Mireia, cambiante y mimética, que se ven enfrentadas en una danza sincronizada con precisión, a una sección rítmica que sostiene enérgicamente los pilares de cada una de las sendas atravesadas.

Una odisea personal que al son de ‘Mother of monsters’, ‘Touched by evil’, ‘Dark passanger’, ‘Repulsion’ y ‘Bodies in hell’ narra una historia de resurrección cuando la reparación está más allá de lo posible. Lo hace a base de doom melódico y del grunge más oscuro, enroscándose y fundiéndose en uno, tropezando y coqueteando con otros matices en el camino – post-metaleros en el inicio de ‘Mother os monsters’; barniz psicodélico en ‘Touched by evil’, un mayor clasicismo en ‘Dark passanger’ o la mayor carga fúnebre y ambiental de ‘Repulsion’ por ejemplo – mientras nota a nota, puntada a puntada, van cosiendo las trizas de un corazón hecho añicos e incrustando los clavos en los ataúdes de cada uno de sus verdugos.

En estos tres cuartos de hora asistimos a la confirmación definitiva de Hela como una realidad consistente, palpable y definitiva. Una banda que puede mirar con gesto orgulloso a su presente.

Lo mejor

  • Suena de muerte, perfectamente ensamblados música y voces.
  • ‘Touched by evil’ es una adicción.
  • Su versatilidad

Lo peor

  • Son temas largos, me gustan los temas largos y estoy acostumbrado a escuchar temas largos, pero en alguno de ellos le metería (un poquito-poquito) de tijera.

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