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La Edad Dorada del Grunge

Fueron la voz, o quizá mejor dicho el grito, de una generación arrinconada. Crearon himnos a partir de lamentos, y la misma industria que los llevó a tocar el cielo terminó haciéndoles trizas.

La Edad Dorada del Grunge

Fueron la voz, o quizá mejor dicho el grito, de una generación arrinconada. Crearon himnos a partir de lamentos, y la misma industria que los llevó a tocar el cielo les terminó haciendo trizas.

Chris Cornell (Soundgarden) en el Hollywood Palladium, Los Angeles, CA 1991. Fotografía: Jeff Kravitz / FilmMagic / Getty

La cara que impulsa este escrito es la de Chris Cornell.

A pesar de que me dan bastante tirria las declaraciones de duelo públicas y exageradas hasta el sinsentido, la noticia – hace ahora tres años – del fallecimiento del cantante, hizo germinar una sensación extraña. En mi propia persona se hizo carne ese penoso concepto de que la muerte de uno es una tragedia, y la de un millón una estadística.

No me afectó como si una persona de mi entorno, de mi día a día, hubiera desaparecido para siempre, pero me resultaba innegable el impacto. Y era obvio que emocionalmente no era alguien ajeno a mi. De alguna forma, existía un vínculo íntimo (y uni-direccional) que yo mismo había creado a partir de las palabras que él había escrito, dando forma concreta a emociones y sentimientos compartidos. Y ese vínculo llegó a un punto de inflexión que me hacía ser plenamente consciente de la influencia que el artista norteamericano había ejercido sobre mi sensibilidad hacia el mundo que me rodea.

Chris fue capaz de transcribir lo que yo mismo experimentaba, pero no podía expresar tan bien como él lo hizo. Eso, o al menos sus letras y sus canciones se amoldaban de forma natural a aquello que intentaba abrirse paso y tener voz propia, con escaso éxito, dentro de mi.

En la otra cara de la moneda, y en definitiva y a grandes rasgos, la semilla de este breve artículo, es también algo tan prosaico y personal como la de crear un pequeño altar votivo hacia ese conocido movimiento que se produjo en el noroeste de los Estado Unidos. Un movimiento que vino a etiquetarse como grunge, y que unió mi destino de forma inexorable a pletinas, giradiscos, walkman, discman, o cualquier cosa que reprodujese música. Una música que en muchas circunstancias define, de forma concisa y verídica, mi exigua esencia y presencia más allá de lo que mis propias palabras pudieran hacerlo.

A modo de reconocimiento y agradecimiento a sus creadores, y sin una motivación más allá que esa, acompaño estas palabras de una lista con un puñado de bandas más o menos importantes a título personal, y generacional en muchos casos, que circunscribían la zona de Seattle en aquellos finales de los 80 y principios de los 90. Grupos que elaboraron una parte mayoritaria de mi banda sonora en esa época de la vida en que todo parece posible, y uno actúa como si fuera a ser eterno.

Evitando caer en ningún tipo de clasificación o de ranking, vamos entonces con ese puñado de canciones que se fundieron con mi sombra cuando asomaba la cabeza a la adolescencia, y que ahí siguen hasta el día de hoy…

SOUNDGARDEN

Con sus letras y sus canciones, Chris Cornell y compañía marcarían a fuego el espíritu de más de uno, entre los que yo mismo me cuento.

Kim Thayil y Hiro Yamamoto fueron la semilla de un proyecto que alcanzó la plenitud bajo el imperecedero torrente de la voz de Cornell. Con la magia acumulativa de Kim, Ben (y la de Hiro en sus primeros trabajos) y Matt en sus instrumentos, dejaron como legado una serie de obras de factura intachable.

Sus discos eran intensos y eclécticos, y más distanciados de los ramalazos punk de algunos de su coetáneos. Estaban sustentados por riffs gruesos y afinaciones graves, detalle que marcaría el camino a seguir por muchas otras bandas. Algunos podrían tachar de excesivamente densas muchas de sus canciones, o argüir la longitud de sus álbumes en su contra, aunque para mi nunca supuso un problema. No sólo eso, si no que además por ese motivo los consideraba especialmente fascinantes.

Badmotorfinger‘ (PolyGram / A&M Records, 1991) y ‘Superunknown‘ (A&M Records 1994) configuran la columna vertebral de una discografía que frisó a un alto nivel en todo momento.

Por otro lado, la carrera de Cornell en solitario contiene algún sonoro resbalón, pero ‘Euphoria Morning‘ (Interscope, 1999) es un disco completamente recomendable.

MUDHONEY

Tenían las canciones, tenían la actitud, y tenían a un frontman como Mark Arm [sospechoso en una de las teorías más difundidas del ‘dónde y cómo surge el grunge’] que era (es) un tío súper carismático e impredecible.

Como banda siempre me transmitieron ese ímpetu básico y de espontaneidad primitiva que englobaba el espíritu de todo lo que se generó con este movimiento. Su carácter desenfadado y el hecho de ir a su bola, echándole a la mezcla ciertas dosis de nihilismo suburbano pero sin perder el sentido del humor, generalmente negro y cínico, les convierte por derecho propio en una de las bandas más destacadas (y que yo más aprecio) de las surgidas en la época. Aunque hay que admitir que en su longeva carrera, que se estira hasta el día de hoy, no todos sus discos entran igual de rápido.

Junto a Arm estaban: Steve Turner (durante algún tiempo también en Green River), Matt Lukin (proveniente de Melvins) y Dan Peters. Juntos darían forma a algunos discos fundamentales del grunge.

Su colección presenta momentos especialmente brillantes en ‘Superfuzz Bigmuff‘ (Sub Pop, 1988), ‘Every Good Boy Deserves Fudge‘ (Sub Pop, 1991), ‘Tomorrow Hit Today‘ (Reprise, 1998) o su homónimo álbum (Sub Pop, 1989), que siguen siendo discos completamente vigentes. Pero prácticamente en cualquiera de sus obras puedes encontrar material destacable.

Dentro de esta larga trayectoria llena de álbumes más que decentes, se esconden un montón de temazos, entre los que sin duda este ‘Touch me. I’m sick’ se ha convertido en uno de los buques insignia del sonido y la actitud noroeste.

PEARL JAM

Con el roster prácticamente intacto desde sus inicios, si exceptuamos el constante baile de baterías, podemos encontrar entre sus filas algunos de los principales protagonistas de la escena [y responsables de la erupción global del género], como son Jeff Ament y Stone Gossard.

Lo que comenzó con un nombre tan poco atractivo para un grupo como Mookie Blaylock [Ament es un gran entusiasta del baloncesto] tras la disolución de Mother Love Bone, pronto se rebautizó, a instancias de su sello y principalmente con la intención de esquivar posibles problemas legales, con el más atractivo apelativo de Pearl Jam.

Como curiosidad, y como prueba adicional de su afición al deporte de la canasta, comentar que a pesar del cambio de nombre, el bueno de Blaylock siguió recibiendo su homenaje en el debut de Pearl Jam, pues precisamente el nombre del álbum hace referencia al dorsal del jugador…

Empezaron su carrera en las grandes ligas, y su primer álbum se publicó en un sello grande (Epic). Pero excepto Vedder (de San Diego), el resto pasearon sus instrumentos por los garitos más míticos de este movimiento en el seno de otras bandas. De hecho, con algunas de ellas te irás tropezando a medida que avances en la lectura de este artículo.

Su salto al estrellato fue instantáneo. Y éste fue impulsado por singles como: ‘Alive’, ‘Even Flow’ y el que aquí acompaña, ‘Jeremy’. Siempre luchando en esa dualidad de estar/no estar al servicio del mainstream, Pearl Jam grabaron este vídeo que posteriormente fue editado, pues la cadena MTV se negaba a emitirlo si incluía una secuencia en la que se podía ver al protagonista introduciéndose una pistola en la boca.

Sus tres primeros discos están en el Olimpo del Rock desde el momento que fueron paridos. El resto de su trayectoria hasta día de hoy, no tan emblemática, y en la que nos vamos topando con algunos momentos más inspirados que otros, no ha supuesto obstáculo para que se hayan establecido como una de las bandas más importantes a nivel planetario.

L7

Ellas no eran de Seattle, eran de Los Ángeles. Pero en todo momento, tanto por filosofía artística, sonido y actitud se vieron vinculadas completamente con esta escena.

Sin obviar la relación en sus inicios con Sub Pop [sello discográfico de Seattle, que junto con otros como SST o C/Z Records están profundamente enraizados con esta explosión cultural], así como por el círculo de bandas con las que giraban, sin lugar a dudas L7 representaban toda la parafernalia del movimiento al dedillo.

Destruyendo toda clase de estereotipos, Donita Sparks, Dee Plakas, Suzi Gardner y Jennifer Finch nos conquistaron a través de su combinación de sonido crudo y directo. También ayudó su actitud a medio camino entre desafiante y ‘me la suda todo’, características sazonadas de forma rotunda por la presencia de una frontwoman tan contundente como Donita, que junto con otro puñado de mujeres, fue una de la encargadas de romper el molde que se suponía que éstas tenían que ejercer dentro del mundo del rock.

Por el camino, una colección de discos más que correctos, un par de obras sobresalientes, cameo bajo el pseudónimo de Camel Lips tocando el tema ‘Gas Chamber’ en la película de John WatersLos asesinatos de mamá’, y una mítica anécdota que uniría para siempre los destinos de Donita y una parte de los asistentes al Reading Festival de 1992.

Aunque volvieron a colgarse los instrumentos en 2015, siguen siendo sus pretéritos ‘Smell the Magic‘ (Sub Pop, 1990) y ‘Bricks are Heavy‘ (Slash Records, 1992) dos álbumes de esos que uno no se cansa de escuchar.

ALICE IN CHAINS

Layne Staley cayó víctima de la misma plaga que anduvo rondando a muchos de los componentes de bandas contemporáneas a la suya. Su voz y presencia siguen siendo un factor icónico en la historia del rock moderno. Y como muchos de sus compañeros de generación, no andaba escaso de ese intangible tan importante en el mundo de la música, como es el del carisma. Su trágica y desangelada muerte, fue posiblemente el último clavo en el ataúd de una escena que estaba siendo devorada por el gran mercado.

Como todos sabemos, Alice in Chains guardaron luto y cicatrizaron heridas, aunque con el talento infatigable de Jerry Cantrell al frente [para eliminar toda clase de dudas nos dejó dos álbumes en solitario completamente recomendables], la banda resucitó bien entrado el siglo XXI. Y lo hizo con la misma formación que había colgado los bártulos a mediados de los noventa: Mike Inez al bajo y Sean Kinney a la batería junto al propio Cantrell; con el añadido de William DuVall completando la alineación.

A pesar de ser una escena bastante heterogénea, Alice in Chains presentaban un sonido y unas formas algo alejadas de lo que era habitual en aquellos lares. Aún así, despuntaron con su acercamiento al lado más oscuro y depresivo del estilo, legando un ramillete de trabajos incontestables con su punto álgido en ‘Dirt‘ (Columbia Records, 1992). Un disco magistral e imperecedero que versa alrededor de la depresión y la dependencia, y que convence a todos los amantes de la música más allá de las etiquetas.

Este disco significó el despegue definitivo de AIC a nivel comercial, y sería el último que grabarían con su bajista original Mike Starr.

Starr falleció en 2011, y queremos que este escrito sirva también de recuerdo a su figura.

SCREAMING TREES

Otro de los grandes nombres que surgió del estado de Washington fue el de Screaming Trees. Quizá quedaron en un segundo plano con respecto a otras formaciones más populares, pero estos cuatro músicos son de esos a los que se les caía el talento de las manos. Sobra decir lo mismo de la carrera de Mark Lanegan en solitario, con muchísimas más luces que sombras.

Como les pasaría a muchos, supongo, me acerqué a ellos atraído por el aura enigmática que desprende Lanegan, tanto visualmente como a través de su cavernosa voz, y me quedé por unas canciones tremendamente efectivas.

Esa profunda voz, el genio compositivo de los hermanos Lee y Van Conner y la calidad a las baquetas de Mark Pickerel [hasta el año ‘91 y de Barrett Martin a partir de ahí], crearon una sólida discografía. Esta trayectoria se prolonga a lo largo de más de una década en la que despacharon un total de siete LP’s y un puñado de EP’s. Entre las grabaciones quizá se puedan destacar ‘Sweet Oblivion‘ (Epic Records, 1992) y ‘Uncle Anesthesia‘ (Epic Records, 1991), aunque cabe remarcar que evolucionaron sin altibajos llamativos.

En otra de las múltiples interconexiones que existieron entre los protagonistas de las diferentes bandas, nos encontramos con en este tema titulado ‘Bed of Roses’ e incluido en ‘Uncle Anesthesia‘. Disco que sería co-producido en su momento por el mismísimo Chris Cornell.

TAD

Una de las grandes sumergidas entre toda la remesa de bandas que surgieron del noroeste fueron Tad. Por algún motivo todavía sin dilucidar, el grupo formado en un principio por: Tad Doyle, Kurt Danielson, Gary Thorstensen y Steve Wied [este último abandonaría el barco en el ‘91, iniciándose una puerta giratoria en el puesto de batería], quedó eclipsada en cierta medida por los otros grupos que les rodeaban.

Quizá en ese aspecto influyesen los constantes problemas legales que tuvieron con la promoción de sus discos. La portada original de ‘8-Way Santa‘ (Sub Pop, 1991) era una fotografía privada que les dio bastantes quebraderos de cabeza. Posteriormente vendrían el single ‘Jack Pepsi‘, o el utilizar a Clinton fumando hierba como promoción para ‘Inhaler‘ (Giant Records / Warner, 1993), lo cual les deparó unas cuantas visitas al abogado.

Bajo su aspecto asilvestrado, muy en consonancia con la imagen de leñador que tanto se explotó en el momento, y de la que ellos mismos renegaron en cierta medida… ya que según dijeron, ni les benefició ni les representaba demasiado, encontramos una música que es visceral, de graves robustos y de una intensidad enfermiza bajo capas de atmósfera distorsionada.

Los descubrí un poco más tarde que a los grupos mentados hasta ahora, a través del mencionado ‘Inhaler‘. Y aunque en aquella época era complicado, poco a poco fui consiguiendo grabar alguno de sus discos anteriores – véase ‘God’s Balls‘ (Sub Pop, 1989) y ‘8-Way Santa‘ – que no tenían desperdicio en absoluto, y que desde el principio se convirtieron en habituales en la rotación de mi equipo de música.

Hace unos años que Sub Pop reeditó los álbumes y EP’s que publicaron bajo su ala. Así que es un buen momento para familiarizarte con ellos, tanto en su sonido clásico como con las nuevas remasterizaciones realizadas por Jack Endino, que suenan realmente bien.

Dentro de la escena, sin duda, Tad son una de las bandas más contundentes, y su vertiente sludge los convierte en obligatorios para los que busquen los sonidos más duros creados en esa época y lugar.

NIRVANA

Lógicamente, no se puede obviar a Nirvana, aunque poco se puede decir de ellos que no sepa ya todo el mundo. Fueron la banda más emblemática de toda la remesa, y Kurt Cobain se convirtió en uno de los artistas mas reconocibles a nivel mundial del siglo XX. A día de hoy su figura sigue vertiendo ríos de tinta.

Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché ‘Smells like teen spirit‘, y sentí el terremoto que se avecinaba. Pero lo sentimos yo y también medio mundo, no hacía falta tener olfato de A&R para percibir ahí un hit de potencial ilimitado.

En otras ocasiones pensé lo mismo de otros grupos y al final no sucedió nada. Pero en esta ocasión todos los astros se alinearon para el gran Big Bang que supuso ‘Nevermind‘ (Geffen Records, 1991). El genio de Cobain y su estado de gracia en las composiciones, haberse asentado como trío y que hubiese cuajado tan bien la incorporación de su nuevo batería, Dave Grohl [Jason Everman y Chad Channing se quedaron en el camino entre ‘Bleach‘ y ‘Nevermind‘, permaneciendo tan solo Krist Novoselic y el propio Cobain en el seno del grupo], la acertada producción de Butch Vig, el hecho de que una casa grande como Geffen Records (uno de los primeros sellos punteros en prestar atención a lo que se cocía allá arriba) les guardase las espaldas… Y bueno, todos esos intangibles que tienen que existir para que se pueda dar un pelotazo a nivel mundial como fue el de Nirvana.

En definitiva, que estaban en el lugar exacto en el momento exacto, es verdad, pero también lo es que su cancionero no cojea. Tanto ‘Bleach‘ (Sub Pop, 1989), como ‘Nevermind‘, como ‘In Utero‘ (Geffen Records, 1993) son tres piezas que están ya en mayúsculas dentro de la historia de la música popular.

No hay más remedio que quedarse con la canción que lo cambió todo.

MOTHER LOVE BONE

Andrew Wood fue una (otra) de las personalidades más llamativas e inigualables de todo lo que se cocinaba en el noroeste. Había nacido para ser una estrella del rock, y seguramente lo hubiera sido si no fuera por una vida truncada demasiado pronto por la heroína.

Formó parte de Malfunkshun, uno de los grupos pioneros del grunge en Seattle, el cual creó junto a su hermano Kevin y su amigo Regan Hagar.

Mother Love Bone se fundaría posteriormente por el cruce entre los componentes de los susodichos Malfunkshun con Jeff Ament y Stone Gossard [quienes militaban por aquel entonces en Green River]. Con la incorporación de Bruce Fairweather, también de Green River [lo cual supondría el final de esta banda] y Greg Gilmore (Skinyard, 10 Minute Warning) completaron el círculo. Se puso así la primera piedra de lo que tenía que ser una exitosa carrera con el EP ‘Shine‘ (Stardog / Mercury Records, 1989).

Este EP pronto se vio refrendado por un mágico disco que atesoraba una enorme calidad entre sus surcos, ‘Apple‘ (Stardog / Mercury Records, 1990).

Aunque siempre me sentí más atraído por el perfil más destartalado, o más oscuro, de lo que allí se cocinaba, la música de Mother Love Bone desprende un aura especial que es complicado impedir que te embargue. El timbre tan característico de Andy, y una musicalidad que juega con la psicodelia y las melodías etéreas, todo junto a una concepción que los alejaba del posible legado del sonido punk, y los acercaba a la del rock alternativo, marcaba la pauta de un grupo del que siempre nos quedará la duda de hasta dónde podría haber llegado.

GREEN RIVER

Fundados a mediados de los 80, y poco menos que pioneros en su ciudad, en sus filas contaban con: Mark Arm (quien posteriormente ensamblaría Mudhoney), Stone Gossard y Jeff Ament (quienes luego formarían parte de Mother Love Bone, y más tarde Pearl Jam), Bruce Fairweather (que también militó en Love Battery, y que entraría a sustituir al también Mudhoney Steven Turner), y con Alex Vincent.

Vamos, lo que ahora se consideraría un ‘supergrupo’ con todas las de la ley. Con la salvedad de que existieron antes de que sus bandas futuras saboreasen el éxito masivo.

Los conocí a raíz de sus bandas más conocidas, con el recopilatorio en el que Sub Pop recogía su segundo y tercer trabajo, titulados ‘Dry as a Bone‘ (Sub Pop, 1987) y ‘Rehab Doll‘ (Sub Pop, 1988), en un único álbum.

En sus canciones te puedes encontrar un sonido que hace malabarismos entre las inclinaciones más punk de Arm, y un estilo que tiraba más hacia el hard rock del resto de la banda. Con la perspectiva del tiempo te das cuenta de que en la marmita de Green River estaba empezando a coger forma corpórea mucho del sonido que después se extendería por todo el planeta como una plaga.

Como curiosidad, resaltar que el nombre fue tomado de Los crímenes de Green River, un asesino en serie con un buen número de víctimas a sus espaldas que actuaba por esa zona, desatando cierta controversia en su momento.

El tema que queda a continuación es con el que precisamente abren su segundo largo ‘Dry as a Bone‘.

MELVINS

Incombustibles, y quizá el grupo más de culto de todos los que componen el movimiento. Estuvieron ahí desde el principio, y como muchas de estas bandas, contaban con un líder repleto de carisma y con una personalidad muy marcada como es la de King Buzzo (Roger Osborne). Junto a él tenía la siempre inestimable compañía y buen hacer de Dale Crover marcándole el ritmo.

Buzzo y Crover son los dos bastiones de una banda por la que han pasado un dilatado número de músicos y colaboradores. A lo largo de todo este tiempo han ido dando forma a una extensísima discografía, la cual está compuesta por más de veinte largos en algo más de treinta años de existencia. Todo ello salpicado de una cantidad ingente de EP’s y singles que tienen que suponer una delicia – y un agujero en el bolsillo – para cualquier coleccionista compulsivo.

Su paleta de sonido y su capacidad de experimentación es realmente amplia. Pero si tenemos que escoger algunas de sus creaciones, quizás sus álbumes más alabados de forma unánime y mayoritaria sean ‘Houdini‘ (Atlantic, 1993) y ‘Stoner Witch‘ (Atlantic, 1994).

Como todos estos grupos, en los años de la explosión del grunge y el rock alternativo, tuvieron la oportunidad de pasar por una discográfica multinacional. Aunque la mayoría de su existencia anduvieran principalmente en sellos independientes, lo cual no es en absoluto extraño para una banda de una naturaleza como la suya, que les impulsa a seguir siempre sus propios parámetros artísticos y creativos.

BABES IN TOYLAND

Este trío tampoco era de Seattle, en este caso nos desplazamos a Minneapolis, donde Kat Bjelland y Lori Barbero fueron el germen de la banda que se formaría en 1987.

Acompañando a Bjelland y Barbero durante los momentos de más notoriedad del grupo, y cubriendo el puesto de bajista, estuvieron Michelle Leon (hasta el ‘91) y Maureen Herman (del ‘91 al ‘96).

A pesar de la distancia, Babes in Toyland estuvieron ligadas en cierta manera a ese movimiento nacido en Seattle, tanto de manera artística como personal. De hecho, su primer sencillo lo publicaron con Sub Pop, y su primer álbum – ‘Spanking Machine‘ (Twin/Tone Records, 1990) – fue grabado en Seattle y producido por Jack Endino, quien sin lugar a dudas es el productor asociado por defecto a lo que se vino a llamar la escena grunge.

El reconocimiento no tardó en llamar a la puerta de la banda y el sello Reprise se fijó en ellas, editando su segundo álbum, titulado ‘Fontanelle‘ (1992), y el cual posiblemente sea el más destacado de su trayectoria. Este trabajo fue grabado además por Lee Renardo, de sobra conocido por ser parte de otra de las bandas más relumbrón de la época como eran Sonic Youth.

Así mismo, su tercer trabajo, que saldría bajo el apelativo de ‘Nemesisters‘ (1995), sería editado bajo el paraguas del mismo sello.

Como curiosidad, contar que según parece Courtney Love ocupó el puesto de bajista del grupo en sus inicios [durante un breve lapso de tiempo]… y  que tampoco necesitó demasiado tiempo para que se generasen tiranteces entre Bjelland y ella, terminando con Love de patitas en la calle…

SKINYARD

Otro de los grandes desconocidos de la época. De todos los que componen esta lista, son los que conocí con más demora, pero en esta ocasión se da por válido eso de más vale tarde que nunca.

Y es que prácticamente todos los músicos que formaron parte en algún momento de esta banda, fueron protagonistas de forma directa y reiterada de lo que se vivió en aquel momento. Podemos considerar en el núcleo duro a Ben McMillan (que posteriormente sacaría adelante a la banda Gruntruck), Jack Endino (productor ultra conocido), Daniel House (fundador de C/Z Records) y Matt Cameron (Soundgarden, Pearl Jam).

Tras el abandono de Cameron para incorporarse a Soundgarden, fueron desfilando: Jason Finn (The Fastbacks, Love Battery y The Presidents of the USA), Scott McCollum (que formaría Gruntruck junto a McMillan) y Barrett Martin (que más adelante pasaría a engrosar las filas de Screaming Trees).

Entre el ’86 y el ’93 despacharon un total de cinco álbumes. Dejando grabaciones en las que mostraron un abanico compositivo realmente amplio con respecto a otras bandas contemporáneas, todo sin perder en el camino la energía, la distorsión y la ferocidad que caracterizan en gran medida a todos estos grupos.

Desde su homónimo debut, uno ya se encuentra con una nada desdeñable variedad de registros. Aunque de todas formas y hasta ahora, mi álbum favorito sigue siendo su más directo ‘Fist Sized Chunks‘ (Cruz Records, 1990), del que forma parte el vídeo que puedes ver a continuación.

LOVE BATTERY

Tenía este disco olvidado hasta que me puse a escribir este artículo. No se cómo demonios lo descubrí en los noventa, pero tengo que decir que su debut ‘Between the Eyes‘ (Sub Pop, 1990) me había gustado muchísimo.

Esta es otra de las bandas por las que pasaron un montón de músicos que han ido goteando a lo largo de todo el artículo. Con Ron Rudzitis y Kevin Whitworth llevando las riendas a lo largo de toda su trayectoria, otros como: Dan Peters (Mudhoney), Jason Finn (The Fastbacks, Skinyard, The Presidents of USA), Tommy Simpson (Alcohol Funnycar) o Bruce Fairweather (Green River, Mother Love Bone) aportaron su grano de arena en los años en activo de la banda.

El nombre del grupo lo tomaron de una canción de Buzzcocks, pero el sonido que Love Battery consiguieron desplegar a lo largo de su carrera es ciertamente personal. Esto dentro de los parámetros en los que se movían estos combos, y mostrando una marcada evolución de un trabajo a otro. Siendo el mentado ‘Between the Eyes‘, con una producción que le otorga una esencia marcadamente psicodélica con un punto shoegazer, y el más contundente ‘Far Gone‘ (Sub Pop, 1993) mis predilectos de los cinco largos que conforman su discografía.

7 YEAR BITCH

Banda de Seattle que estuvo en activo entre los años 1990 y 1996. Su formación era enteramente femenina, y estuvo originalmente compuesta por: Valerie Agnew, Elizabeth Davis, Selen Vigil y Stefanie Sargent.

Tras la muerte de Sargent en el ‘92 (nuevamente entra en escena la heroína), Roisin Dunn completó el cuarteto que editaría ‘Gato Negro‘ (Atlantic Records, 1996), único álbum suyo con el que tuve contacto en aquella época. Fue de esos discos que poco a poco consiguió ir ganando posiciones en mis prioridades a medida que le cogía el punto a temas como ‘Crying shame’, ‘24.000 miles per hour’ o ‘Deep in the heart’.

Con los años tuve acceso al resto de discografía. El más crudo ‘Sick’em‘ (C/Z Records, 1992), que recopila todos los temas que habían ido sacando esporádicamente hasta el 92. Y su rabioso largo ‘¡Viva Zapata!‘ (C/Z Records, 1994). Ambos, cada uno a su manera, me parecieron igualmente disfrutables.

Además, la banda estuvo directamente relacionada con la fundación en 1993 de la organización anti-violencia Home Alive, la cual organizó conciertos benéficos contra la violencia doméstica y editó algún recopilatorio en el que muchas de las bandas aquí mencionadas aportaban su granito de arena en forma de temas inéditos.

DANDELION

Aquí me salgo deliberadamente del guión y añado una banda, que aunque compartió los años de bonanza del género que practicaban, no tuvo una relación directa con la escena de Seattle.

A Dante Cimino, Kevin Morpurgo, Mike Morpurgo, Carl Hinds y Bayen Butler el epicentro del grunge les pillaba lejos, muy lejos, ya que estaban establecidos en Philadelphia, prácticamente en el otro extremo del país.

Sus dos únicos discos vieron la luz bajo el cuño de Columbia y Ruffhouse Records (sello esencialmente de rap y hip-hop), pero con el sonido que presentaron tan descaradamente reconocible en su debut ‘I think I’m gonna be sick‘ del ‘93, y al que se le dio continuidad en ‘Dyslexicon‘, publicado en el ‘95, no hace falta tener mucha imaginación para emparentarlos directamente con Nirvana y compañía.

Lo mejor de todo es que son dos álbumes fantásticos, y que de ninguna manera bajan el listón de lo que hacían sus compatriotas a casi cuatro mil kilómetros de distancia.

Bonus track: TEMPLE OF THE DOG

Temple of the Dog no es una banda, es un disco tributo. Un tributo a Andy Wood tras su muerte. Chris Cornell, quien compartía piso con Wood en aquel entonces, sería el principal impulsor del proyecto. Para ello contó con su compañero de Soundgarden Matt Cameron, y otros conocidos de ambos y también compañeros de Andy en Mother Love Bone, Stone Gossard y Jeff Ament.

Lo que empezó con dos temas que tenía esbozados antes de la muerte de Wood, acabó transformándose en un álbum completo.

Justo en el momento de la creación del disco, Gossard, Ament y Mike McCready estaban buscando un vocalista para su nuevo proyecto. Tras quedar completamente descartada la opción de continuar con MLB, un tipo de San Diego, llamado Eddie Vedder, se había mudado a Seattle para probar si encajaba con la banda. Vedder se acercó al estudio para hacer coros en tres temas, y Cornell tuvo claro que la canción ‘Hunger strike’ tenía que acabar siendo el dueto que hoy en día todos conocemos, y que a la postre seguramente sea el tema más famoso del álbum.

Y lo de las pruebas de Vedder con Ament, Gossard y McCready… pues bueno, eso ya es historia de la música…

Ni que decir tiene que cualquiera que esté interesado, tiene mucho más en lo que rebuscar. Me he restringido a bandas con las que compartí innumerables horas de mi adolescencia, y he acotado escuetamente el intervalo a la escena estadounidense, y prácticamente a la localizada en Seattle y alrededores.

Pero claro, que hay muchísimo más.

Se puede trastear en los orígenes, donde encontrarás pioneros del estado de Washington, o aquellos que tuvieron una influencia directa en el sonido Seattle, como pueden ser por ejemplo: U-men; Throw-ups, The Fartz, Meat Puppets, The Fastbacks, The Accüsed, o bandas de renombre como Black Flag o Hüsker Dü.

Coetáneos de las bandas listadas como: Cat Butt, Coffin Break, Alcohol Funnycar, Gruntruck, Hole – al menos sus dos primeros discos -, Dickless, Mad Season (Staley, McCready, B.Martin y JB Saunders uniendo fuerzas), Brad, The Gits o Truly, banda formada por Hiro Yamamoto tras salir de Soundgarden y escapando de la dirección artística que habían tomado el grupo, con un sonido más pesado y denso, y buscando crear algo más orgánico y psicodélico.

Por supuesto, existían nexos directos con lo que era la escena de rock alternativo estadounidense. Y resulta obvio que el flujo artístico entre unos y otros era tangible, por lo que las conexiones con bandas como: Sonic Youth, The Smashing Pumpkins, The Pixies, Dinosaur Jr., Stone Temple Pilots o Butthole Surfers por citar algunos de los más reconocidos, resultan reales e indiscutibles.

También se encuentran perlas en bandas que salieron a rebufo de esta primera hornada, como son los casos de Second Coming, los australianos Silverchair o Days of the New. Bandas que publicaron trabajos de calidad y en los que la influencia es obvia.

Lamentablemente (para mis gustos) mucho de lo que vino después, y que se encajonó dentro de lo que vino a llamarse post grunge, en general se puede obviar sin preguntarse demasiado si uno se está perdiendo algo…

Y porqué no decirlo, en España, a pesar de que el impacto de este tipo de expresiones artísticas suele ser escaso o directamente nulo, cabe destacar la presencia incuestionable de esta influencia en el exitoso álbum ‘Devil Came to Me‘ (Subterfuge, 1997) parido por Dover, o en la más moderada notoriedad alcanzada por los catalanes El Fantástico Hombre Bala y sus obras ‘Tierra de cerdos’ (EMI, 1994) y ‘Estigmas’ (EMI, 1996).

Así que ya ves, hay mucho más allá en el horizonte para el que tenga la curiosidad de seguir cavando…