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Hellfest 2012, Clisson, Viernes 15

«Miedo y asco en Hellfest. O Hellfest era una fiesta, o Hellfest nunca se acaba», o millones de analogías literarias que podrían ser hechas para el festival de festivales.

Clisson, Nantes, Francia. El primer día fue un desfile de tiendas de campaña, niñas pequeñas con camisetas de Ozzy, gritos, supermercados y trenes abarrotados de metalheads que hacian sonreír y asustaban un poquito a los locales, apenas nada, cuero, melenas. Y mil cosas de las que ahora no me acuerdo, los cigarrillos, las tiendas de campaña y un grupo de versiones que atacó el metalcorner or la noche y nos calentó los óidos para lo que vendría el viernes. Y, el viernes, lo primero en venir fue Betraying the Martys, a las diez y media de la mañana. Sonando de forma impecable y con una enorme armonía entre sus miembros, consiguieron que el público, ligeramente resacoso, despertase ante sus gritos, reaccionase. Ejerciendo además de auténticos caramelos visuales (tatuajes, crestas, sienes rapadas, ay joder), dieron un bolo enérgico y lleno de actitud con un vocalista pletórico que no dejó de recordarnos que este era nuestro puto momento, que, por favor, gritásemos más alto mientras él saltaba encima de los amplis. Consiguieron hacerse los reyes matinales del Mainstage 1 y arrancar al público un par de mosh incluso.

Alpha Tiger, sin embargo, dejaron al público bastante más frío. Salieron al escenario envueltos en una especie de revisitación al glam, como una tormenta de latex amarillo, cuero y pelo cardado. Los Martyrs le habían dejado el listón muy alto, pero sus voces agudísismas de falsete no consiguieron arrancar de un público mucho más nutrido más que ligeros balanceos de cabeza. La actitud no era la misma, la autenticidad tampoco, y sin ser un concierto que destacase por sus puntos negativos, su mezcla de hard rock y glam de L.A no consiguió sumergirnos en nada.

Fotos de Hamlet en el Hellfest 2012, Francia
[Hamlet ofrecieron] Un espectacular trabajo de guitarras y un setlist que no dejaba descanso a los brazos ni a la cabeza. Fotografía © Iván Barco

De vuelta al primer escenario, nos esperaban Hamlet, españoles como nosotros, españoles como la tortilla, con un público numerosísimo y un concierto tremendamente potento y fluído. Sin ser una gran fan (por favor, que nadie me pegue, me lo estoy hacendo mirar) consiguieron dejar una marca muy alta. Un espectacular trabajo de guitarras y un setlist que no dejaba descanso a los brazos (cuernos arriba!) ni a la cabeza (headbanging a morir!) Tremendamente disfrutables y con el sonido sólido y pesado que levantaba los ánimos otra vez después del pequeño ataque de aburrimiento de Alpha Tiger, terminaron un bolo sin tacha alguna con dos temas en castellano que hicieron que se nos abandase un poquito el corazón. Poniéndome puñetera, hubiera prescindido de la insistencia que demostraron en dejar claro quiénes eran y que eran españoles y que no olvidásemos su nombre. El tono general de Hellfest era hacer disfrutar al público y no actuar como oficina de prensa, pero nada que reporchar más allá de la anécdota. Dejaron a su público, numeroso y encantado, con un excelente sabor de boca, y a mí, primeriza, gratamente sorpendida.

Crónica y fotos del Hellfest 2012 en Clisson, Francia
Mi primer amigo francés tuvo razón, y Black Bomb A, con nuevo trabajo a estrenar, dieron un bolo vertiginoso. Energía hardcore sobre el escenario (…). Fotografía © Iván Barco

Bukowski tampoco decepcionó. Mira, de hecho, si un grupo se llama Bukowski, maldita sea, muy mal tiene que hacerlo para no ganar un montón de puntos entre los que crecimos leyendo a Charles Bukowski, el escritor maldito de las putas y los borrachos. Y sonaba exactamente a eso, a punk-rock de calidad, de la vieja escuela, con temas que se ataban los unos con los otros y movimientos fluidos sobre el escenario. O cómo voler al guitarreo de adolescencia, ese que escuchábamos en el autobús y que nos hacía pensar en viajes por la autopista a toda velocidad. Bukowski es un grupo de fórmula, un grupo basado en riffs de guitarras con un cotraste justo entre afilado y melódico, y un uso de la voz limpio, sin concesiones core, sin nada sucio. Precisamente eso que hace que sean tan fáciles de escuchar en casa dificultó un poco el concierto, sobre todo hacia el final: lo que tiene los grupos de fórmula es que no puedes esperar grandes cambios. Quizá un par de saltos, un poco más de riesgo en su setlist hubiera dinamizado sus minutos sobre el escenario. Mi primer amigo francés opinó lo mismo, me dió un cigarrillo y me dijo que Black Bomb A iban a darme la energía que Bukowski había perdido un poco hacia el final. Mi primer amigo francés tuvo razón, y Black Bomb A, con nuevo trabajo a estrenar, dieron un bolo vertiginoso. Energía hardcore sobre el escenario, un vocalista con unos juegos de voz muy poderosos, que alternaba entre un tono limpio y un screamo espeluznante y unos tonteos grindcore que empastaban muy bien con el ritmo de vértigo de la batería. Bonito también el detalle de la camiseta de los esperadísimos Cancer Bats del vocalista, y una lastima cierto fallo de sonido que a ratos no dejaba que se oyera bien el bajo.

Lo mejor que tocaron los Lizzie Borden durante el Hellest fueron las tetas de la modelo que sacaron al escenario a enseñar carne. La modelo, preciosa, tatuada, semidesnuda, una delicia. Ellos, perdidos entre un muro absurdo de sonido que ahogaba las voces y que hacía que apenas se distinguiese con claridad ni un solo fraseo de guitarra. Un montón de solos intrumentales interrumpidos, un montń de idas y venidas del escenario al foso para rociar con sangre al publico y una intentona bastante torpe de tocar ‘Edge of Glory’, que se oía fatal desde cualquier punto de vista. El momento mas destacable, como digo, la modelo semisdesnuda a la que el vocalista fingió morder en el cuello y dejar desmayada, lista para que dos roadies la retirasen en brazos, y el chorretón de sangre a un público que parecía pasarlo bien con el espectáculo, sin embargo. No seré yo quie critique el show, ni la que se queje del espectáculo, pero no hubiera estado mal poder escuchar algo de música. A fin de cuentas, a eso era a lo que habíamos ido.

Sin tregua, y sin haber dejado la primera fila todavía, estrujada contra las vallas y disfrutando como pocas veces, Street Dogs tomó el relevo en el segundo escenario principal. Vestidos a lo old school, empezaron recordándonos a voz en grito que esta noche nos esperaban Dropkick Murphys. Una de las cosas más agradables de ver sobre un escenario es eso, esa mezcla de gratitud al público que demostraron y de amistad entre grupos. Dieron una buena dosis de punk y de maestría sobre un escenario, con un sonido mas suave, menos agresivo, y supieron dosificar con contuedecia los momentos altos. Estuvieron absolutamente impecables a nivel instrumental. El público se entregó desde el primero momento, y, aunque no éramos tan numerosos como antes, consiguieron que nos sintiésemos totalmente implicados con lo que estaba sucendiendo encima del escenario. La complicidad y las ganas que destilaban al tocar eran evidentes, y su entusiasmos, su placer al hacer música, una auténtica delicia.

Fotos de Heaven Shall Burn en el Hellfest 2012
El contraste entre jugueteos con lo atmosférico y la posterior potencia cruda de Heaven Shall Burn no decepcionó ni a nuevos ni a habituales. Fotografía © Iván Barco

Con Heaven Shall Burn, proféticmente casi, empezó la lluvia. Nadie se movió, a nadie le importó en absoluto. El público se entregó desde el minuto uno a un sonido bestial que era como patadas en el estómago. El contraste entre jugueteos con lo atmosférico y la posterior potencia cruda de Heaven Shall Burn no decepcionó ni a nuevos ni a habituales. Un dureza de sonido que dejaba ver una solidez y una pureza rítmica bestial. Se notaban, para bien, los años encima de un escenario, se notaban al verlos tocar y al ver la energía que se desprendía del publico, los mosh brutales y los cientos de manos al aire. Un publico bastante heterogéneo que coreaba con fuerza cada tema y una celestial criatura con un traje de momia de algo que parecía latex, de algo que parcía no transpirar y ser peligroso o relacionado con el bondage haciendo body surfing y disfrutando como nadie.

Después de semaeante chute de adrenalina decidí salir a explorar. En The Warzone, el escenario más punk-hardcore de Helllfest, el más embarrado y el que más olía a mierda de vaca, me enamoré de los GBH. Punk del de verdad, de la vieja escuela, de lo más sucio y destrozado de Inglaterra. Un vocalista que (supongo) pasaba de los cuarenta derrochando energía, enlazando un tema con otro con una velocidad y un carisma como descargas eléctricas. Un bajo con fraseos como armas secretas y la guitarra con concesiones perfectas y muy medidas a la distorsión. No es lo mismo que un adolescente con granitos y camisetas Inditex proclame fuck the police because they’re loosers like me que lo haga un hombre con el aspecto, la actitud y la voz de ser un superviviente de lo que fue el estallido punk. Me enamoré, maldita sea. Me enamoré cuando tocaron un tema llamado ‘Kids’ y fue como una pelicula de Harmony Korine tocada con fuerza. Recuperé en 45 minutos la fé en el punk, en el DIY, en cierta musica que parcía comercializada y muerta.

Todavía con una sonrisa estupida en la cara, corrí al Mainstage a ver a Turbonegro. Al grito de «were are your friends» y ante un público inmenso en el que destacaban varios Turbojugens, empezaron calentito con ‘All My Friends Are Dead’. Vestido para no decepcionr, con gorras marineras, colorete, lápiz de ojos y revolución punk nórdica, Happy Tom, o como él mismo definió literalemnente y en castellano “el presidente, el capitano” ejerció más de frontman que su recién adquirido vocalista. No sé por que hablo de los vocalistas como si fueran objetos que se compran en rebajas. Diablos. Que más da. El público fue suyo desde el primero momento, coreando clásicos, saltando y gritando en ‘Wasted Again’ o en la reciendtísima ‘Gimme Worms’, y ellos supieron alternar perfectamente los estallidos musicales y sus capacidades de showmans. Un concierto sin descanso, que me destrozó las zapatillas y me dejó con ganas demás.

Fotos de Lynyrd Skynyrd en el Hellfest 2012, Francia
Aquello era talento, era algo de lo que ya no queda, y nosotros, viéndolos tocar, lo sentimos. Con Lynyrd Skynyrd no se puede señalar ningún punto álgido porque hubo gargantas coreando de principio a fin. Fotografía © Iván Barco

Después, Lynyrd Skynyrd. No sé como hablar de Lynyrd Skynyrd, porque la terminología normal, o palabras como energía o profesionalidad o maestría incluso, no valen. La marabunta de gente que se agolpaba para verlos fue sin duda la mayor de Hellfest. No era entusiasmo ante ellos, era devoción. Niños pequeños y hombres mayores simplemente estando allí, de pie escuchándolos, disfrutando de la fluidez musical que derrochaban. Aquello era talento, era algo de lo que ya no queda, y nosotros, viéndolos tocar, lo sentimos. Con Lynyrd Skynyrd no se puede señalar ningún punto álgido porque hubo gargantas coreando de principio a fin. Una enorme bandera de Alabama en el escenario con ‘Sweet Home’ y hordas de publico reclamando que volvieran una última vez y tocasen Freedom, donde algunos valientes incluso se marcaron un pogo. Impresionantes.

Dropkick Murphys dieron la clase de concierto vital y enérgico al que nos tienen acostumbrados. Presentando el ambicioso trabajo nuevo del que me contaron [aquí] más cosas en una entrevista fascinante, nos dejaron un excelente sabor de boca con momentos como la inclusión de un nuevo y precioso tema llamado ‘Rose Tattoo’, o cantado a dúo con una de sus violinistas. Lastima que el sonido no dejase apreciar con demasiada claridad la voz de la chica. Por lo demás, lograron trasnmitir la actitud íntegra que parece dirigir siempre su música, ante un público colosal. Un despliege de contrastes entre lo tradicional y la crudeza punk, llevando al máximo al público con el legendaro ‘I’m Shiping Up to Boston’. Sinceramente, lo único reprochable del bolo de los bostonianos fue su escasa duración. Quríamos más. Más, joder.

Finalmente, las masas se congregaron para ver a Megadeth. Supieron jugar lo justo con el público para hacerse llamar a gritos, y fueron recibidos con una ovación enorme. No sé que se puede decir de Megadeth salvo que dieron un bolo limpísimo, sin ninguna sorpresa pero sin decepcionar en ningún momento. Correción en el escenario, un despliegue de dureza y poder sonoro que recorría a nada uno de ellos, un final estremecedor y la sensación de poder dormir mas que tranquila después de haber acabado el día con uno de lo grandes.


Agradecimiento especial por este reportaje a nuestros camaradas de This is Mosh por su excelente cobertura, disposición y labor!. Texto: Laura B. Fotos: Iván Barco.

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